"Yo creo que la vida es terrible,
pero hay momentos hermosos que valen la pena,
y yo los colecciono para intentar ser un poco más feliz."
Martín Casariego en
"Y decirte alguna estupidez, por ejemplo, te quiero" (2000)

Coleccionar es una afición que nunca he tenido.
No porque no me guste acumular cosas, sino porque mi afán perfeccionista hacía que siempre pensara más en lo que me faltaba que en lo que ya tenía. Además, un día comprendí que no es posible acabar las colecciones. Siempre queda algo que no podemos alcanzar. Y además, al final uno va y se muere, con lo cual la colección quedará siempre inacabada, luego vendrá un yerno mamón y la malvenderá en el rastro. Sí, ya se que es una visión woodyalleniana de la vida pero la tenía antes de ver sus películas…
Llegó septiembre, y comienza esa época en la que ir a comprar la prensa se convierte en una aventura digna de Marco Polo. Esta mañana al acercarme al kiosco a por el periódico tuve que sortear toda suerte de cartones con todo tipo de estúpidas colecciones que, personalmente, no entiendo como alguien puede querer hacer: dedales históricos, muñecas literarias, bufandas de leyenda… Algunas incluso, tienen la osadía, de regalar el mueble para acumular semejante colección de nadedades. Cada año me sorprenden con una de ellas a cuál más extraña. Eso sí, no lo negaré ¿Quién no ha comprado alguna vez el número uno de muchas de ellas? Pero la gran pregunta sería: ¿Hay alguien que alguna vez haya terminado alguna?
Yo tengo pequeñas colecciones de cosas absolutamente inservibles… todas hechas gracias a aquellos que me quieren.
Los escarabajos, volkswagen, en miniatura son una de ellas. Cada vez que alguien no sabe que regalarme, escarabajo que te crió. No se lo echo en cara porque, gracias a ellos, tengo un mueble lleno. Se ha ido haciendo sola y cada modelo tiene el cariño del amigo que quiso hacer la colección por mí. Y la verdad es que quedan bonitos.
La segunda, es una colección de tazas (mugs) que he ido creando yo sin darme cuenta. Todo comenzó de forma tonta. Soy adicto a la cafeína desde una edad muy temprana, y el hábito se fue convirtiendo en toxicomanía gracias a mi bendito oficio y a no fumar…Uno necesita llevarse algo a la boca cuando piensa delante de la hoja en blanco…así que hoy en día Juan Valdés toma menos café que yo. Siempre que voy a aventurarme en algún proyecto, compro una taza que me acompañará en ese “viaje” y en la cual consumo toda la cafeína que da de sí el guión. Cuando lo termino la “jubilo” y no vuelvo a utilizarla. La meto junto con los escarabajos en el mismo mueble. Cada una de ellas tiene una historia pegada a ella, y es por lo tanto, una colección de aventuras personales…a la que sólo yo doy valor.
La tercera es mi preciada colección de relojes de pulsera. Desde que allá por los ocho años mis padres me compraran el primero no he dejado de hacerme con uno de ellos siempre que me “encapricho” de alguno cuando lo veo. Además es así. Amor a primera vista. No tiene nada que ver con su valor, precio o material del que está fabricado…Pero además, cada uno de ellos corresponde a un sentimiento, a un estado de ánimo, a una emoción que me trasmite “mágicamente” cuando lo llevo puesto. Sí, ya sé que es pueril, que es psicopático, pero también es verdad… Entre ellos, los hay más importantes ya que tienen una historia importante pegado a ellos: bien por el momento o el lugar en el que fue comprado o bien la persona que me lo regaló… Cada vez que ha ocurrido un hecho importante en mi vida, un reloj ha llegado pegado a él: el de cada uno de los días que supe que iba a ser padre, el del día en que comencé a rodar mi primera peli, los que me han regalado cada una de las mujeres que amé, el del día de la muerte de mi padre…
¿Y yo decía que no coleccionaba nada? Maldita sea…Que poco me conozco…
Juro que cuando empecé este post estaba convencido de que no atesoraba ninguna colección y al final, sólo con hurgar un poco, han aparecido tres. Pero supongo que así deben de ser verdaderas colecciones. Aquellas que están hechas de trozos de vida, piezas que sólo tienen un sentido para nosotros, que la vida va poniendo en nuestra puerta, y que un ladrón en nuestra casa dejaría pasar de largo…