30 julio, 2006

EXCESO DE TESTOSTERONA

"El mundo está cambiando, la música está cambiando,
las drogas están cambiando,
hasta los tios y tias están cambiando.
Dentro de unos años no habrá ni tios ni tías, sólo gilipollas."

Jonh Hodge en TRAINSPOTTING (1996)


Muchos se habrán extrañado que gustándome en general tanto los deportes no haya dedicado todavía ni un solo post a este tema. Especialmente, el fútbol no nos ha deparado últimamente a los seguidores del Real Madrid demasiadas alegrías…pero que no saquen pecho los culés o los del Atleti. Todavía os quedan algunos años para que podáis si quiera aspirar a ser denominados “mejor club del siglo XXI”… :-)

Pero no, no ha sido ese el motivo.

En los últimos tiempos, el deporte en su totalidad ha empezado a desprender un tufillo maloliente. No sabemos a ciencia cierta de dónde procede... pero está ahí. Algo huele a podrido en Dinamarca que decía el buen Hamlet cuando la sospecha todavía no tenía la violencia de la certeza.

Y no, no ha sido por ese poético motivo que muchos aducen: “Cuando la competición se ha convertido en negocio, cuando el esfuerzo se ha convertido en espectáculo televisivo, cuando el juego se ha convertido en dinero… se ha perdido la inocencia, esa sana competitividad que debe impregnar el deporte…” Sí señor… Y que después suene música de violines…

Pues no. No opino así. Creo que si los deportistas generan mucho dinero, gracias a las audiencias millonarias, tienen derecho a reclamar su parte del “botín”. ¿Cuántas personas en el mundo han visto por televisión el pasado mundial de Alemania? Miles de millones. Ahora preguntémonos: ¿En que otra actividad humana somos capaces de ponernos de acuerdo todas las razas, religiones y creencias del planeta con semejante unanimidad…? Respuesta: NINGUNA. Bueno, pues si un montón de tíos corriendo en calzoncillos detrás de un trozo de cuero lo consiguen deben tener su parte de gloria...

Ya sé que pensado fríamente es estúpido. Deberíamos admirar un grupo de neurocirujanos, de investigadores del Sida, o de poetas… Pero el mundo no es así. Así que es de ley que los payasos (o los leones o los trapecistas) de este circo que atraen las miradas del público estén en su perfecto derecho de llevarse una gran parte de ese dinero que generan. ¿No es verdad que gracias a ellos se producen ventas millonarias de camisetas, prendas deportivas, postres, bebidas refrescantes y, en último lugar, entradas a los recintos en los que ellos desempeñan su actividad…? Es duro verlo así, pero nadie paga por ver como el mejor de los empleados de banca rellena un formulario de petición de un préstamo de alto riesgo o el más profesional de los carniceros corta unos filetes que no tendrán parangón en nuestra mesa por muy de solomillo que sean… No te digo ya a un guionista escribiendo el más divertido de los guiones delante de su ordenador… Ni Billy Wilder, vamos. Es una cabronada, ya lo sé, cada uno tiene su mérito (su enorme mérito en muchos casos) pero no veo yo a Antena 3 retransmitiendo esas dignísimas actividades profesionales en prime time aunque el empleado de banca, el carnicero o el guionista sean igualitos que Beckham… (Nota: al menos hoy en día, porque al paso que van los programas de telerealidad tipo Gran Hermano no me extrañaría verlo en breve, si no tiempo al tiempo)

Sí, queridos amigos, ya se que es injusto pero si quería haber ganado esa pasta, me debería haber hecho futbolista… Ya me decía mi padre que tenía que haber aceptado aquella oferta del Atlético de Madrid cuando era solo un cadete…

Así que si todos desean ser como esos señores, si los niños se fijan más en ellos que en sus propios padres, es justo que esos tipos se lleven una buena parte de los beneficios. Y si es mucho, pues mejor para sus bolsillos. Claro que es injusto que no todos podamos ganar ese dineral. Claro que es aún más injusto que una sola persona pueda ganar el suficiente capital como para vivir varias reencarnaciones... Pero también lo es (y para mí aún más importante) que un especimen de la raza humana como Beckham, por simple hecho de ser rubio, poseer una sonrisa angelical, o tener lo que diablos vean las féminas en él, se haya podido acostar con mujeres con las que yo sólo puedo soñar… Y a veces ni siquiera eso. Soy pobre hasta en los sueños. La vida es injusta pero claro, lo es desde el momento que algunos nacen guapos (beeeellos, que diría Boris) y otros… bueno, hacemos lo que podemos…

Dios es injusto. Es algo que aprendí hace tiempo.

Así, que no soy de esos que creen en la teoría roussoniana de que sin dinero el hombre es casto y puro. No soy de esos que llaman mercenarios a los jugadores que abandonan un equipo por irse a otro olvidándose de los colores. ¿Aquellos que insultan a los deportistas por cambiar de un club a otro no harían ellos lo mismo a su propia empresa? ¿No se irían a la competencia si les ofrecieran un contrato mejor…? Sospecho que sí… A mí me parece perfecto que X (póngase el nombre de cualquier jugador de cualquier equipo) se marche al máximo rival si allí le pagan más. Es ley de vida. Eso del amor a los colores hace mucho tiempo que dejó de existir en, no ya un deporte superprofesionalizado, sino una vida supemercantilizada... No tengo nada que objetar a esa "fuga de futbolistas" y mi cabreo no pasa más allá de ese secreto deseo (“espero que se lesione y no vuelva a jugar” o un más benévolo "así vuelva a casa el día de partido y se encuentre a su señora encamada con el portero de la finca...") Pero en la vida real, en público, no se me ocurriría insultarlo por tomar esa decisión. Yo mismo jugaría en el Barcelona (sí, sí, no estoy bajo los efectos de ninguna droga) si me asegurarán el suficiente dinero para que vivieran mis tres próximas generaciones (incluso dos)… así que no pienso echárselo en cara a nadie.

Lo único que me joroba en el deporte son los tramposos. Y últimamente han proliferado. Entiéndaseme el concepto TRAMPA. No estoy hablando de aquella famosa Mano de Dios (para los no iniciados, se denomina con tan religioso nombre a un gol que le metió Maradona a Inglaterra en el mundial de México 86. Un gol ilegal pero que el arbitro, al no advertir que Diego había marcado con el puño y no con la cabeza, subió al marcador) Las artimañas dentro del campo de juego han existido desde que el hombre es hombre. Pero los tramposos, los verdaderos tramposos, hace poco que están entre nosotros…

Ahora se le llama dopping y consiste en convertirse en quien no se es gracias a una serie de sustancias que te prometen el paraíso a corto plazo y el infierno a largo. Ellos, pactan con el diablo, y entregan su alma a cambio del aplauso de la gente, los laureles instantáneos y la fama efímera… Personalmente no me importa que mueran pasados los cuarenta por ataques al corazón sin nombre ni apellidos, por una sobredosis de vaya usted a saber que mierda en una olvidada habitación de un mugriento hotel, o por enfermedades que todavía no llegan siquiera a sospechar porque están por inventar. Y digo que no me importa porque cada cual elige la mejor forma que quiere suicidarse. Lo que me joroba es que empiezo a no creerme ya casi nada de lo que leo en los periódicos deportivos. Y eso es grave.

Lo es porque hace poco escuchaba al director de AS comentar que la prensa deportiva era mejor, más sana, que la prensa “ordinaria”. La explicación me pareció estupenda. Los periódicos normales cuentan, porque es noticia habitualmente, lo peor de la humanidad. Aquellas noticias, aquellos sucesos, en los que el hombre da lo peor de si mismo: guerras, corrupción, atentados… Sin embargo los periódicos deportivos siempre relatan lo mejor del ser humano. Las hazañas que nos hacen mejores. Los logros y esfuerzos de los ganadores. Historias de superación personal y de éxito. Nos muestran ejemplos. Lo malo, pocas veces es noticia de portada.

Sin embargo desde hace algún tiempo ya no es así.

El ciclismo estaba herido de muerte hacía tiempo gracias a lo que eufemísticamente llaman “sustancias prohibidas”. Los hombres de las gestas imposibles, aquellas que les acercaban a ser supermanes sobre dos ruedas, aquellas que seguíamos en las tardes de verano del Tour de de Perico, de Induraín, de esos héroes que corrían por amor a un deporte durísimo y no por dinero, ya que nunca estuvieron especialmente bien pagados, estaban bajo sospecha desde hace tiempo. Y es que los últimos campeones habían sido puestos entre paréntesis. Unos descubiertos por análisis imposibles, otros muertos prematuramente en la cama junto a jeringuillas manchadas de sangre y los demás del pelotón por el silencio que guardaban ante todos aquellos acontecimientos. Pero es que muchas ocasiones todos hemos mirado hacia otro lado porque a veces es mejor admirar que descubrir...

Un ejemplo. Muchos no se explicaban como un señor, Lance Amstrong, que hasta los 25 no era nadie en el concierto ciclista internacional, a raíz de un cáncer, no solo volvía a subirse en la bicicleta sino que se llevaba, prácticamente de calle, seis Tours de Francia seguidos. Y claro, todos pensamos que “las ciencias adelantan que es una barbaridad” que decía la zarzuela. Más si dicho corredor es norteamericano donde, probablemente, la experimentación con sustancias prohibidas está más avanzada que en ningún lugar del planeta. Porque, desde hace años, lo importante no es ya doparte (que según denuncian, lo hacen todos) sino conseguir la sustancia química que enmascare el “positivo” del laboratorio. Que no te pillen...

Hace unos días, un españolito estaba a punto de ganar la vuelta a Francia. Pereiro, que así se llamaba el gallego, sacaba nueve minutos a su máximo rival en la etapa reina. Dejaba prácticamente decidida la carrera gracias a un desfallecimiento ese día de su máximo rival. Floyd Landis, norteamericano, decía así prácticamente adiós a la victoria final… Sin embargo al día siguiente, el yankee que la jornada anterior llegaba muerto a la meta, se escapaba en solitario durante más de cien kilómetros y conseguía ganar el Tour. En sólo una noche se había recuperado milagrosamente. De muerto viviente a Supermán volante. Todo el mundo “arrugó la nariz” ya que, casualmente, el bueno de Floyd tiene el mismo médico que tenía el gran Lance... Pero era más peliculero, vendía más periódicos, seguir apelando a la épica del ciclismo: la de los superhombres que le echan un par.... Yo pensé que esa noche, en la habitación de su hotal, se había tomado algo más que un Marie Brizard.

Sin embargo, el escándalo saltó en menos de una semana terminada la carrera… Landis daba positivo por testosterona en la famosa etapa de la "hazaña". El, claro está, apela a su inocencia y explica que la produce su cuerpo de forma natural. Que es un pedazo de macho, vamos... El cuento se cae por su propio peso cuando los médicos descubren que, casualmente, Floyd solo la generó en cantidades así de increíbles la noche antes de la proeza. Habría que decir entonces que la verdadera hazaña tuvo lugar esa noche... ya que generó tal exceso de testosterona no la produce alguien normal ni después de una velada lujuriosa con el grupo de pechugonas vigilantas de la playa… Un castizo diría que a eso se le llama echarle cojones, sí señor…

Hoy me levanto con que el hombre más rápido del mundo, el que había parado el cronómetro de los cien metros en 9.77, Justin Gatlin ha dado positivo por la misma sustancia. Otro macho regando de testosterona el planeta. Ganó la medalla de oro de los Juegos de Atenas 2004 y en los mundiales de Helsinki de 2005… El recordman mundial de la distancia… El novio del viento…

Pienso entonces que el atletismo no se lo merece. Es el deporte más puro que hay. Aquel en el que apenas hay reglas ni árbitros. Sólo hay que ser el más rápido, el más fuerte, el más alto… (Citius, Altius, Fortius, era el lema de los primeros atletas olímpicos) Pero la realidad es más fuerte que la leyenda. El deporte que inventaron los griegos de Atenas para parecerse a los dioses también está también infectado. Es como un virus… El virus de la trampa. De la mentira. De la iniquidad… Siento que me han engañado. Que toda la tensión por el final incierto por demostrar que el hombre se acercaba siglo a siglo a la velocidad de dios, era una farsa. En la línea de salida, uno de ellos sabía que iba a ganar porque mientras que sus competidores usaban gasolina Repsol, él se metía el mejunje que le echan al Formula 1 de Fernando Alonso.

Y encima lo disfrazan llamándolo testosterona. La esencia de la masculinidad. Manda huevos, que diría el clásico. Pues no. De hombres no tenéis nada. Solo sois ratas. Ratas enyonkadas y tramposas.

Que los dioses os envíen al Hades hasta el fin de los tiempos. Y, una vez allí, corráis una y otra vez las carreras que nos hurtasteis. Que no dejéis de correr. Y que perdáis. Que os paséis perdiendo el resto de la eternidad: una y otra vez. El mayor castigo que se me ocurre para aquellos estafadores que lo único que querían en el mundo era ganar… a cualquier precio.

23 julio, 2006

PARTE DE GUERRA NÚMERO UNO

"Trabajar en el cine era vergonzoso, era lo más despreciable...
Gracias a Dios se inventó la televisión."


Billy Wilder


Otra vez bajo el fuego. En televisión, el directo, tiene otro sabor. Sabor de batalla, sabor de supervivencia, sabor de vértigo… Uno echa de menos esta droga, ese chutazo de adrenalina que se te inyecta en las venas cuando se enciende el pilotito rojo. Es lo que da este medio que no da ningún otro: la inmediatez. Todas tus decisiones tienen rápidamente su reflejo en el presente, en lo que está pasando en ese mismo momento. No hay apenas tiempo para pensar, ni para rectificar. Pero, su grandeza, es precisamente esa: que nada queda. Todo es efímero. Tanto en su grandeza como en sus errores.

El otro día, al término del programa, hablaba con dos de las periodistas que dan la cara (para que les alaben o para que se la partan) y me preguntaban qué diferencias encontraba con respecto al cine. “Esto es Verdad” les comentaba yo. Y es que la tele es la realidad. A veces dura, a veces estúpida, a veces superficial… pero siempre, siempre, reflejo de lo que hay en la calle. El cine es un mundo pequeño, reducido, de artistas que muchas veces andan dos palmos por encima del suelo… Por eso, muchas veces, la caída es tan dolorosa.

Aquí, al control de realización, le llaman el Enterprise (como la nave de Star Treck) porque es exactamente igual en su conformación física al puente de mando de aquella de la mítica serie de televisión. Me gusta. Todo invita a iniciar un viaje. Pero que nadie se equivoque, no será de placer. Como bien saben los "treakys", a buen seguro nos encontraremos con múltiples obstáculos. Como bien dice un amigo mío: "En este negocio, no hay movida fácil..." Problemas que uno nunca puede prever. Solo aventurar. Es la experiencia y la manera de mantener la calma la que hacen que se vayan solucionando sobre la marcha.

Cuarenta y cuatro monitores delante del sillón del realizador marcan el rumbo de esta nave. El viaje dura cuatro horas largas. Durante ese tiempo, caen bombas, los periodistas (en primera línea) dispara con precisión las balas que han ido acumulando durante la semana, algunos ríen, otros se muestran serios y, en algún momento, cae alguna que otra lágrima. Desde sus casas, el público que observa este circo moderno, manda mensajes de aliento, de apoyo, de “insultación”, de crítica, de destrucción… Y, por un momento, pienso que, efectivamente, esto es la vida real. Lo que pasa ahí fuera solo es un reflejo. Aquí les cuentan lo que son. Para bien o para mal. Y ellos así lo toman…

De repente, la guerra se detiene...

Es el momento de las ofrendas a la diosa Publicidad. Ella pide sus sacrificios. Así que hay que dárselos. Un instante en el que todo el mundo aprovecha para salir a la calle a fumar, a beber, a tomar aire, a prepararse para el siguiente asalto… Se comentan las jugadas más interesantes y se hacen planes de ataque para lo que aún queda. Parece que el tiempo se hubiera detenido. Miro a mi alrededor. Es como cuando mi abuela me contaba que en la guerra civil había momentos en que los de una y otra trinchera paraban la guerra, qué bien lo narraba Gila, salían de sus agujeros y entonces los de uno y otro bando se intercambiaban cigarrillos y preguntaban por los suyos... Al toque de corneta, vuelta otra vez a la trinchera y a disparar contra aquel con el que habías estado fumando hasta hacía unos minutos.

Algo así ocurre... Hasta creo ver a enemigos irreconciliables en pantalla dándose explicaciones… Todo quieto. Calma. Sonrisas. Pero es mentira... Llega un regidor gritando que en un minuto estamos en el aire. Se inicia una estampida ordenada. Corremos por los pasillos, como en las películas de submarinos, hacia nuestros puestos mientras se oyen gritos de última hora dando todo tipo de órdenes para lo que nos espera.

Faltan diez segundos.

Con riguroso orden cada uno ocupa su puesto en el puente de mando.

Nueve...

Ocho...

Siete...

Centro mi mirada y veo a mi amigo, el que me trajo a esta guerra, ponerse los cascos y exigir a plató algo que no escucho. Voz firme y seria. Uno ochenta de humanidad y ciento diez kilos de mala leche darían a entender, a alguien no versado en estas lides, que está cabreado… Yo sé que no es así. Bajo el fuego todo dios tiene que parecer cabreado. Es una manera de mantener la tensión. Desde fuera, las cosas se ven de otra manera.

Seis...

Cinco...

Cuatro...

Ultimas órdenes en control. Las cámaras, como francotiradores, apuntan de nuevo a sus objetivos. La ayudante de realización solicita el apoyo "aéreo" de los vídeos. Abajo, una pobre chica solitaria, termina de empolvar la cara del presentador… está dando rápidamente los últimos retoques.

Tres...

A mi alrededor las caras de nuevo en tensión.

Dos...

"¡Regidor sácame de ahí a maquillaje! ¡Vamos a entrar!"

Uno...

"¡Todo dios en silencio! ¡Sonido, ¿por qué no oigo a Jaime?!"

Cero.

"¡Carátula de salida!"

"¡Vamos con aplausos! ¡Con alegría, coño!"

Ruge el público. Abajo y en sus casas. Entra un aluvión de sms.

Se acabó la tregua.

La Patiño es la primera en disparar…

17 julio, 2006

EN LA ARENA

Un general romano está a punto de afrontar su última batalla en uno de los bosques de la selva negra. A su mando las mejores legiones romanas. La violencia se desata en un mundo en el que la lucha por la supervivencia era moneda común... Tras la victoria sobre los germanos, la traición de Cómodo, el hijo del césar Marco Aurelio, hace que Máximo Décimo Meridio, así se llama este general nacido en Emérita Augusta (Mérida, Extremadura) sea abandonado a su suerte. Ya no es nada. Lo ha perdido todo. Al borde de la muerte, un amigo le rescata para la vida y acaba como una pieza más del circo romano, convertido en gladiador... Y vuelve a resurgir. Se convierte en otra persona...

Como ya habréis reconocido, es el argumento de Gladiator, una peli cuyo guión reconozco que no es especialmente bueno, pero que siempre me ha encantado. Que se le va a hacer... Los sentimientos no siempre se pueden controlar...

Hoy mientras venía a mi nuevo trabajo en coche, sonaba su banda sonora, de Hans Zimmer. En muchas ocasiones hay películas que cuentan perfectamente nuestra vida. Lo he pensado un par de veces y no he podido evitar sonreír por dentro...

Soy Extremeño. Fui general... pero la vida da muchas vueltas. Lo perdí todo y estuve muerto. Pero hoy, gracias a un amigo, uno de esos que no pierden nunca la confianza en tí, me he convertido en gladiador... Y aquí estoy, sobre la arena del mayor circo de nuestra época. Dispuesto a luchar como el mejor.

En los próximos días iré dando luz a este enigma...

Un abrazo a todos y buen verano.

12 julio, 2006

EL HOTEL DE LOS MIL Y UN ESTRELLADOS

"No hay día que pase sin que me arrepienta, no porque esté preso ni porque usted crea que debería hacerlo. Pienso en como era yo entonces, un chico joven y estúpido que cometió un terrible crimen. Y quisiera hablar con él, me gustaría que entrara en razón, decirle como son las cosas, pero no puedo. El chico se fue hace años y este viejo es lo único que queda. He de vivir con eso. ¿Reabilitado? Es solo una palabra de mierda."

Frank Darabont en "CADENA PERPETUA" (1994)


Lo han llamado de muchas formas. A mí la que más me gusta es “el hotel donde dan gratis de comer”. Es una forma positiva de ver la trena. Debe ser porque a mí siempre me ha dado pánico. Sí, sí… pánico. Y no lo digo por las violaciones, las drogas, el sida y demás lindezas que uno se encuentra más allá de los muros de cualquier mal-llamada “modelo”. Eso también se lo puede encontrar cualquiera en el más acá… No es eso.

Mira que se han hecho películas interesantes sobre la cárcel: desde Brubaker a El hombre de Alcatraz. Desde El Expreso de Medianoche a Hailhouse Rock… Pero ninguna ha sido de esas historias que me ha apetecido volver a ver. Creo recordar que no tengo ninguna en mi videoteca. Pienso firmemente que la cárcel es una de las experiencias más traumáticas que puede vivir el ser humano. No es lo que te encuentras allí dentro. Es lo que dejas de tener de aquí fuera. Siempre me ha parecido un detalle revelador que aquellos que han visitado los “chabolos” de cuatro inquilinos juren por “su libertad”. Y es que la Libertad es, desde mi punto de vista, el valor más preciado que tenemos los seres humanos. Por encima incluso de esa furcia tan traída y llevada, tan de moda en nuestros días, llamada Paz… Lo creo porque sin libertad no hay paz posible. Sin libertad, es la paz del palo, del cementerio, de la pistola, de los generales, del silencio de mis abuelos, esa de… “estate callado si quieres vivir en paz”. No quiero esa paz, gracias. Para los cómicos siempre nos ha sido mucho más importante la una que la otra.

Sin embargo sí se puede tener libertad sin paz. Una libertad luchada día a día, ganada con sudor centímetro a centímetro, pero libertad al fin y al cabo. Por estos andurriales hace muy poco andábamos escasos de ella. Sin embargo, ahora como nuevos ricos, la derrochamos y actuamos como si esta fortuna la hubiéramos heredado de familia. No recordamos ya que la libertad, como el jornal, hay que ganarla todos los días.

Y así, la están banalizando de tal forma últimamente que me ha tocado mucho la moral ver como se frivoliza con la ausencia de ella.

Dentro de nada nos compararán el trullo con un campamento veraniego para adultos o con un trasunto de la universidad española a distancia. Porque, señores, las cárceles no son ya punitivas. Son parte del espectáculo. Si cualquier descerebrado tiene derecho a ir a un concurso de telerealidad ¿por qué hurtarles a los presos su derecho a ser espiados día a día por nuestros ojos escrutadores de circo? A la basura visual le da igual que hayamos cometido, o dejado de cometer, delitos… Es más, los virtuosos, los buenos, nunca dan juego... Así que, a por ellos, se dijo alguien.

Pero no. No piensen ustedes en Tele 5. Ni en Antena 3. Ni siquiera las nuevas cadenas digitales que tan ansiosas están de audiencia… TVE, con su directora general a la cabeza, se ha puesto en marcha para hacernos ver lo equivocados que estamos al pensar que el talego es un lugar horrible y espantoso…

En esta semana me he topado con dos programas de la cadena de todos, hechos desde sendos presidios. El primero, una chanza de Operación Triunfo donde un grupo de internos (manera políticamente correcta de llamar a los entrullados) se apuntan al experimento sociológico (que diría la Milá) de formar parte de de un coro de ruiseñores carcelarios para ganar algún tipo de beneficio que, sospecho que en ningún caso, será penitenciario. O quizá sí. No me sorprendería. Quizá la Caffarel pueda hablar con el Ministro de Justicia para que le eche una manita y así se pueda levantar de alguna forma ese paupérrimo share de la cadena, nunca mejor dicho, de todos. Sería lo contrario de Gran Hermano. Aquí los nominados se quedarían. Y el último, el ganador, saldría por la puerta grande y el premio sería un puesto de trabajo como colaborador fijo en cualquiera de los late night de la cadena…

Pero volvamos a la cruda telerealidad. El caso es que los reclusos allí estaban. En dos filas. Como los niños cantores de Viena, versión el Dueso. Esas asociaciones en defensa de los animales que claman por la tortura a la que es sometido el oso o la cabra que bailan al son del tambor de su dueño, deberían echarle una ojeada a esa escolanía enjaulada intentando entonar con algo de dignidad el "Eres Tú" de Mocedades. ¡Qué suerte tienen algunos osos! he pensado yo…

Seguramente, la próxima edición, versión VIP, la grabarán en Alaurín de la Torre: la Yagüe, la Marcos, el Roca… Todos los de Marbella. Con un poco de suerte, en mitad de la emisión se les une el Muñoz. Y para el programa final, la actuación estelar de la Pantoja y grabación de un disco en directo… Superventas. Mítico.

Sigamos…

El segundo programa era una noticia dentro ese espacio de corazón, corazón, bienpensante y redundante hasta en el título. El suceso rezaba así: un grupo de diseñadores habían decidido mostrar sus propuestas (manera estúpida de llamar un desfile de modelos) en el patio de una cárcel. Por supuesto, una vez allí, se había invitado a los “residentes habituales del lugar” para que pudieran integrarse con las señoras y señores de la jet set que asistía al acto. Sospecho que entre ambas facciones sociales, los de dentro y los de fuera, había una invisible pero insalvable barrera de señores de dos por dos, antes llamados guardaespaldas y ahora denominados “personal encargado de la seguridad personal”. No nos pusieron los planos de los “clientes” del hotel Las Rejas escrutando las anoréxicas chicas de talla 36 o a los palidísimos metrosexuales andróginos. Sospecho que los presos imaginaron más que vieron…

Eso sí. Recalcaba la voz en off que el acto había sido del agrado de los presentes y que era una forma original de llevar la moda a todos los sectores sociales…

Albricias. Esto es progreso. Se acabaron las barreras clasistas. No volveremos a ver a nuestros presos llevando el típico chándal, con manchas de BatiRam, el polo de falso de Lacoste por fuera de unos pantalones vaqueros con rotos, no por diseño sino por el uso, o el clásico uniforme a rayas que ensanchaba inadecuadamente la figura del que lo usaba. Gracias a la televisión, ahora los reclusos vestirán propuestas de Armani, Dolce & Gabana o Versace… seguro. Aunque me da a mí, que nadie les dijo lo que cuesta uno de estos modelitos traducido a paquetes de tabaco…

¿O es que no les dejarán pagarlos así?

10 julio, 2006

TODO UN ARSENAL

"Yo creía que todos los escritores bebían en exceso y pegaban a sus mujeres.
Sabe, una vez deseé, en secreto, ser escritor."

Philip Barry y D.O. Stewart en "HISTORIAS DE PHILADELPHIA" (1940)


No, que no se asuste nadie… no voy a escribir sobre nada relacionado con armas o conflictos bélicos. Es tarde de domingo y no está el cuerpo para esas alegrías. Tampoco acerca de ese equipo de fútbol londinense regentado por un francés, y en el que apenas hay jugadores de las islas. Cosas de la globalización…

Arsenal es el apellido, y León el nombre. Un amigo. Escritor. Desde hace unas fechas, bastantes, intento poner un link aquí que os lleve hacia su página para que podáis descubrir, a través de su diario, todo un mundo apasionante. Su mundo. Pero mi torpeza tecnológica y la falta de tiempo han sido un abismo insalvable que no me han permitido plasmar la promesa que me hice de establecer un puente virtual entre estos dos universos paralelos. Mientras la cumplo, y a la espera de que alguno de vosotros me socorra, permitidme que os lo presente…

Conozco a León desde hace ya mucho tiempo. O al menos así me lo parece. Es de esas personas que te presentan en una fiesta y después de un rato hablando sientes que la conoces de toda la vida. Pero no es una metáfora y no me voy a quitar años. Ha pasado realmente mucho tiempo… En aquella época ya era escritor aunque todavía, si la memoria no me falla, aún no había publicado ninguna de sus novelas. Quizá sí alguno de sus intrincados relatos cortos. Pero ya era escritor que duda cabe. Llevaba entonces todas sus novelas dentro.

Oyéndole hablar, te cautiva con su tono de voz, más que una suposición era una certeza que el tiempo le fuera extrayendo de dentro todos los mundos que había en su interior. León fue en su juventud marino mercante, así que en largas noches de pub irlandés y whisky de malta le he escuchado apasionantes historias de alta mar, de puertos remotos, de pecios fantasmas, y de tragedias humanas a bordo de esas ciudades flotantes que son los petroleros. Además es todo un entendido en disciplinas tan dispares como el feng sui, las sociedades secretas, el ocultismo y distintos tipos de disciplinas que, permitidme, se queden en la trastienda para conocimiento solo de sus amigos… Una vez leí que había dos clases de escritores: los que imaginaban solos en su habitación, y los que vivían intensamente para después poder imaginar solos en su habitación… León es de estos últimos.

Como gran explorador que es, siempre anda embarcado en alguna aventura. Y yo, que llevo sangre de conquistadores extremeños en las venas y que, por ende, adoro las empresas imposibles, me he sumado a todas siempre que me lo ha pedido. Colaboré en su programa de radio, la Compañía Interplanetaria, un espacio mágico que un grupo de excéntricos comandados por este Capitán (nunca mejor dicho) hablaban, los domingos de diez a doce de la noche, de literatura de género… Era una locura pero aún así duró varios años.

Después me uní, nuevamente, al sueño quimérico de poner en marcha una revista, dirigida por él, dedicada a los libros de ciencia ficción y fantasía. Una aventura utópica en el proceloso mar de los kioscos que hoy día regalan con cada panfleto, mal impreso y peor escrito, unas chanclas, un bocata de calamares o una boina con pitorro… Yo le auguraba menos futuro que al sastre de Tarzán. Pero, que le voy a hacer, me encanta eso de la raya en el suelo, quemar los barcos y no mirar para atrás, y si el capitán merece la pena, nunca digo no. Bien. Galaxia, que así se llamaba la revista, recibió en el 2003 el premio a la mejor revista europea de su género. Con solo unos meses de singladura… casi nada. Sin embargo, una ola económica golpeó el costado de la embarcación y se fue a pique el año pasado… tras tres años de travesía.

Ya, vale, dirá alguno, pero ¿no decías que escribía?

Como narrador os contaré que en un principio se dedicó a la Ciencia Ficción y a la Fantasía, fue esta pasión y un amigo común lo que nos llevó a conocernos. En aquellos días ganó el premio Pablo Rido (el más importante de nuestro país) al mejor relato corto de género. Pero, pronto, esos mundos pronto se le quedaron pequeños. Siempre ha huido de ese universo freaky, absolutamente endogámico, que crea sus propios diosecillos y que son adorados convención tras convención… Claro que hay diosecillos a los que les encanta que les doren la píldora, que les veneren, que les reverencien cada una de sus palabras como si fueran sumos sacerdotes y allí se quedan para siempre. Así deciden ser cola de ratón de por vida… pero este León llevaba inscrito en su propio nombre que tenía suficiente cabeza como para no conformarse…

Después de visitar pedregosos caminos durante años (pese a que no dejado de escribir y seguir publicando diversos libros se ha ganado la vida como diversos oficios como traductor de libros y fisioterapeuta) hace un par de años ganó el premio Minotauro con su novela Máscaras de matar. Desde entonces Planeta, su editorial, no ha dejado de apoyarle y su último libro, “El Espejo de Salomón”, lleva ya no sé cuantas ediciones.

Con anterioridad había publicado tres novelas históricas que, desde mi humilde punto de vista, son lo mejor: El hombre de la plata, ambientada en la España Tartesa; Las lanzas rotas, en la España que empieza a ser romanizada, una historia de amistad, magia y camaradería que, si nadie me escucha, algún día tendrá su adaptación cinematográfica; y Las fuentes del Nilo, una apasionante aventura sobre una expedición mandada por Nerón al corazón de África.

Su página web es todo lo contrario. Tranquila y serena. Una bitácora sobre la aventura diaria de vivir, de las cosas pequeñas, de los detalles… Todo un descubrimiento incluso para los más cercanos.

Bucead en sus libros y engancharos a la aventura. Os convertirá en aventureros sin salir de vuestra habitación. No os defraudará.

Y recordad: León por coraje y Arsenal por el acopio de historias que lleva dentro.

Gracias maestro… nos vemos en la próxima expedición.

www.leonarsenal.com/bitacora