“Para ti soy ateo. Para Dios, soy la fiel oposición.”
Woody Allen en “RECUERDOS” (1980)
Mi relación con Dios siempre ha sido extraña.
Digo extraña porque no sabría definir nuestra relación…
Por una parte, no soy ateo. Me niego a pensar que todo lo que nos rodea se creó de la nada y sin una razón aparente. No digo que no sea posible, a mi edad de puro incrédulo ya me creo cualquier cosa, digo que me jodería que todo fuera causa del azar o de la física. Como creador que soy, necesito pensar que todo lleva un orden, aunque a veces esté oculto, pero orden al fin y al cabo. Las obras bien hechas tienen que deberse a un plan preconcebido. Como guionista sé que tener una estructura previa es fundamental para que la creación nos quede como es debido. Porque si esto salió así por un golpe de suerte… ¿Por qué no soy capaz de conseguir yo un guión la mitad de bueno sin una sinopsis, una escaleta y una preparación minuciosa? No sería justo. ¡Que todo lo que nos rodee sea causa de la potra…! Así que un creador tiene que haber, aunque muchas veces me gustaría saber en que Universidad le dieron el título, porque vistos los resultados…
Tampoco puedo considerarme agnóstico, uno de esos señores que no niegan que exista Dios, pero que “como ciegos religiosamente hablando” no pueden verlo. Estos me fastidian especialmente. No son capaces de comprometerse con una creencia pero tampoco le echan los reaños de negarse a creer del todo. Es un nadar y guardar la ropa que para jugadores como yo, nos resulta de todo punto inaceptable. Admiro al ateo y al cristiano. Ellos se la juegan. Uno ha de apostar al rojo o al negro, o pasa o falta, no hay más… el punto intermedio es de cobardes. Si después, cuando estiremos la pata, no hay nada, los agnósticos no han perdido nada porque no se comprometieron. Y si lo hay, y un día se encuentran delante de El, seguro que basan su defensa (en el Juicio Final) en que ellos estaban convencidos de que había un ser superior, y bla bla bla. Si yo fuera Dios, estos serían los primeros en ir al infierno. O peor, los convertía en funcionarios del cielo. Sin derecho a pagas de navidad y moscosos.
En tercer lugar están los que se crean su propia religión. Mi experiencia me ha dicho que son las personas más egoístas que conozco. Habitualmente es una excusa estúpida para justificar todos sus actos y pensamientos. De ahí deriva el famoso “cristiano no practicante”, esto es, tomo de la doctrina católica lo que me interesa, me aprovecho de ella pero no sigo ningún mandato que sea complicado de seguir. Es decir, quiero ver el partido pero no pago la entrada. A estos, les digo que se esperen porque ando yo pergeñando una religión propia mezcla de la católica (que te perdona siempre hagas lo que hagas), la musulmana (que prima a los varones por encima de las mujeres) la budista (que te permite vivir miles de años y alcanzar el paraíso en la tierra), el Tantra (que fomenta encamarte con cualquiera que se te ocurra para demostrarle tu amor fraternal, algo así como el cielo por el camino del coito), el Palmar de Troya (para darle a mi religión el conveniente aire de coña andaluza y pescaito frito) y la cienciología (un necesario toque de glamour que publicite Mi culto en los medios de comunicación y que atraiga a estrellas del cine y la televisión). Todavía tengo que añadir algunas asimilaciones de extrañas creencias de Sudamérica (que incluya el consumo algún tipo de droga alucinógena) que conviertan mi religión un auténtico paraíso en la Tierra en la que Dios esté al servicio del creyente y no al revés. ¿Qué pasa? Es mi propia religión…
Y no hay que reírse. Puestos a navegar por creencias extrañas, las más raras que conozco son aquellos que en Australia han creado una religión basada en La Fuerza (sí sí, esa que se inventó George Lucas para la Guerra de las Galaxias) con sus caballeros Jedis y todo. Y una más castiza, nacida en Argentina, en la que los seguidores de Diego Armando Maradona, han inventado un culto que tiene como Dios al al Pibe cocainómano. Con una misa ad hoc incluida. De lo que no me he enterado aún es si, en vez de dar Hostias consagradas, el sacerdote reparte rayitas…
Más vale que no exista Dios, porque como realmente ande por ahí, debe pensar que estamos locos de atar.
Y yo que critico tan abiertamente las creencias de los demás… ¿en qué creo?
Mi concepción de EL se resume exactamente en un chiste : Un hijo le pregunta al padre ¿Quién es Dios? Y el padre le responde: ¿sabes esos momentos en los que estás angustiado y no sabes a quien recurrir… y entonces lo que te sale de dentro es rezarle a un ser superior, implorar su ayuda, y en suplicarle que te saque del atolladero? Bien, pues ese que te ignora… es Dios.
Os preguntaréis como me ha dado este arrebato místico. A un descreído como yo… Todo este post nació el lunes. Ese día, por la mañana, iba a mi revisión trimestral a la Ciudad Sanitaria de La Paz. Digo trimestral pero miento. Aparezco una vez al año. Como tengo esa enfermedad crónica ya comentada y he sido malo, siempre me acuerdo de Santa Bárbara cuando truena y así pienso que esta vez es cuando me dirán que todo va mal, que me han encontrado no se qué en una de esas innumerables pruebas que me hacen y que empiece a prepararme para lo peor. O no. No me lo dirán pero yo se lo notaré en los ojos. Lo cual será aún peor… Pero siempre pienso que a partir de ese día todo irá hacia abajo.
En estas diatribas me veo yendo en el metro la mañana que me toca y es entonces, sólo entonces, cuando me convenzo de que debería rezar. Como no tengo un dios reconocido, resulta terriblemente complicado hablar con él, o pedirle, o rogarle. Así que, termino desistiendo, y pensando que si el fatal desenlace llega este año pues que ya nos veremos cara a cara el creador y yo, y cuando me toque darle explicaciones, pues… “Ya pensaré algo” que decía Indiana Jones.
Así que ahí estoy , en un vagón casi completamente vacío, absolutamente propicio para una aparición mística, una visión mariana, o una conversión a la manera de Pablo de Tarso, algo que me permita ver la luz y convertirme… he deseado. Pero nada. Sólo escuché una música...
En mis oídos sonaba, gracias al mp3, el último disco de Los Beatles, LOVE. Me he descubierto cantándolo en bajini. Como llevo el pelo largo, la mujer que tenía enfrente, no se ha dado cuenta de que llevaba los cascos puestos, me ha mirado y se ha santiguado, pensando que yo rezaba. Y creo que es verdad. Iba rezando. A esos cuatro tíos de Liverpool en los que creo desde que tenía ocho años, y que me han regalado una canción cada vez que me encontraba mal, que me encontraba solo, o que no me encontraba… y cantando sus canciones me he sentido mejor, me han levantado la moral, he conseguido creer en la vida… quizá porque ellos han sido mi auténtica religión. Una creencia que se compone de cientos de oraciones… A cual más hermosa.
Yo, personalmente, no encuentro muchas diferencias entre el mensaje del Padre Nuestro y All you need is love: Ama a tus semejantes y no jorobes al de enfrente.

45 D.D. (Año 45 Después de Diego)