28 marzo, 2006

SINDROME DE DIÓGENES

Lamento haberme retrasado tanto desde la última vez que le fui fiel a mi blog. Últimamente mi vida anda más desordenada de lo normal y tampoco la realidad me ha brindado la oportunidad de razonar razonablemente sobre lo que a diario se me ofrece en el desayuno. Hay kaos fuera y kaos dentro. La tormenta en su estado más puro. No quiero, por otra parte, que todo sean malas pulgas en estas páginas pero, coño, qué difícil me lo pone el poco mundo que se asoma a mi vida.

Quisiera tener la esperanza de ser esperanzado.
Quisiera tener el valor de ser cobarde.
Quisiera pensar que aún puedo pensar.
Quisiera saber que todo está por saber.
Quisiera olvidar que quiero olvidar...

Pero mi maldito cerebro se empeña en guardar recuerdos que van en contra de mis deseos. La ignorancia es la felicidad, que decían en Matrix. Y sin embargo... no lo consigo.

A veces a uno le jode tener razón. Y a mí cada día más. Con el tiempo y con el paso de los años he descubierto que tener razón es fastidioso, molesto y si se me permite la salida de tono, una cabronada. Lo peor es que uno empieza a darse cuenta de que no es que sea más listo que lo que los que le rodean, no, es que se acuerda mejor de lo que ha pasado. Esa es la clave. Los viejos no son más sabios. Simplemente tienen memoria... Siempre se ha dicho que por eso sabe tanto el diablo. Lo que no entiendo es porque no sabe aún más Dios, que se supone que estaba antes que Satanás. Quizá es que hace falta una cierta dosis de maldad, de desconfianza, de mala leche para no tener miedo a recordar... Por eso hay gente que se llaman buenos que tienen la suerte de olvidar fácilmente.

Mi problema es que comienzo a recordar más cosas de las que quisiera. Porque quisiera no acordarme. Quisiera no haber acumulado tanta cosa inservible en mi cabeza y ser feliz viendo el pasado en orden y reluciente como el salón de la Preysler pero... soy como esos viejos con síndrome de Diógenes que recogen en su casa todo tipo de objetos y basura variada que creen que les será útil algún día. Ellos ven tesoros escondidos donde los demás solo vemos mierda. Así es el cerebro de alguno con los años. Se afana en acumular recuerdos que no son más que cachivaches que irán a la hoguera del olvido el día que nos larguemos al otro barrio y sin embargo, nos empeñamos en otorgarles el carácter de posesión valiosísima.

Quizá por eso estoy así estos días. Quizá porque me ha sentado mal la primavera. Quizá porque sigo en el “Invierno de mi descontento”...

Quizá porque desde hace tiempo, pongo los telediarios, leo los diarios, escucho las radios y tengo una extraña sensación de “de ja vú” y siento un cansancio infinito: ETA nos da una tregua y la esperanza vuelve a abrirse de piernas como una meretriz que nos asegura que nos ama, España vuelve a ser favorita en el mundial de fútbol y en cuanto lo perdamos la culpa será de la mala suerte, folclóricas millonarias a punto de morir que reciben medallas al trabajo como modelos de abnegación, partes diarios sobre su salud abriendo los telediarios como noticia principal del día, la guerra civil de nuestros abuelos más presente que nunca, los políticos tan incansablemente incorruptibles en su corrupción, más folclóricas vendidas como símbolo de la nación y el pueblo llorando prematuramente por ellas...

Todo con más cadenas de televisión, más periódicos, más emisoras de radio... El mismo mensaje, eso sí, más veces repetido. Y yo, mordiendo mi tostada, me pregunto si ahora tenemos más información, si realmente somos más libres, o si, simplemente, el lavado de cerebro es ahora masivo...

No sé.

Siento que esto ya lo he vivido antes, o lo que es peor, que ya lo vivieron mis padres...

Pese a todo, miro por la ventana y sonrío.

Prefiero ser Diógenes a la Preysler...

20 marzo, 2006

LOS MONOS SALIDOS

Sí, lo reconozco, soy tío. Tío de hombre, no de familiar, que también lo soy. Pues eso, que soy tío pero que no soy culpable de ser tío. Me tocó en una tómbola planetaria de la que no soy responsable, así que por favor no me lapiden. Pido por mis derechos como hombre, hombre como sexo no como genérico... sí, ya se que el lenguaje es machista pero ya lo estamos cambiando, no se preocupen, la costumbre lo cambia todo no las leyes.

Y os preguntaréis como me ha dado por este arrebato machista... Primero, empezaré diciendo que frente a feminismo no opondría machismo sino masculinismo, ya que si no, frente a machismo yo opondría hembrismo... Y me explico. No sé por qué campaña o ambiente generalizado, los hombres, así en general, somos culpables de ser cromañones y de comportarnos todos igual como si fuéramos nuestros bisabuelos. Para cualquier otra cosa, si usted hace una categorización, por ejemplo que los catalanes son unos tacaños, se le dirá a usted que las generalizaciones acarrean injusticias y que es una barbaridad, cosa que es cierta, pero si hacemos una chanza contra el género masculino... rápidamente es tomada como cierta e indiscutible. Todo apoyado por risas, claro está. Y no...

Hay muchos que ya hemos salido de la caverna y no tenemos por qué soportar ese tipo de bromas “hembristas”. El hembrismo como movimiento, igual que el machismo, atribuye al hombre condiciones de inferioridad frente a la mujer. Me siento humillado cuando se me atribuyen una serie de comportamientos absolutamente injustos y vejatorios, que por desgracia mantienen todavía algunos de mis congéneres, pero cada vez menos... En cualquier caso, vayan entonces contra ellos y no contra el género en el que nos incluimos todos, ya que de la misma manera yo podría incluir a todas las mujeres en el término “Maruja insufrible” sin que nadie se me moleste... Sexismo, recuerdo, es atribuir una serie de características, las más veces negativas, a un determinado sexo. Tanto femenino... como masculino añadiría yo.

¿A que viene este cabreo? Me explico. Desde hace varias semanas, se viene paseando por nuestras televisiones una señora llamada Sabrina Sabrok, una pobre chica con una enfermedad mental que le hace pasar por el quirófano cada cierto tiempo para aumentar el tamaño de sus tetas. Cada una de sus mamas, que ahora mismo están en tres kilos y medio, son más propias de un comic desfasado que de una revista porno. La desproporción, lejos de ser excitante, es digna de ser expuesta en un circo. Pues bien, todos los entrevistadores y demás coros de cacatúas a los que se enfrenta, se dedican a hacerle todo tipo de preguntas fáciles, de juegos de palabras adolescentes, de comentarios supuestamente pícaros... Y todo, todo, dando por hecho que cualquier hombre babea bajo los encantos de dicha chica. Tomando como encanto los neumáticos siliconados que cuelgan del pecho de la enferma.

Pues bien señores, no todos los seres de género masculino, con opción heterosexual, babeamos ante la contemplación de dos tetas. Primero porque algunos no babeamos cuando nos excitamos, y segundo porque si el motivo del babeo tienen que ser unas tetas que dejaron de serlo hace tiempo para convertirse en dos cántaros de goma, están ustedes más que equivocadas. No todos pensamos que cuanto más grande mejor. No todos nos enganchamos ante señoras que no tienen nada que ocultar. No todos nos dejamos llevar al huerto por supuestas chicas fáciles. En resumen, no todos los hombres nos comportamos como monos salidos...

El sábado, un grupo de estos estúpidos con ínfulas periodísticas, reían ante la contemplación del espectáculo de barraca circense del diecinueve. Uno de ellos, incluso, hablaba de la excitación y el nerviosismo que le provocaba la señora en cuestión cuando es notable su patente homosexualidad...

Pues bien, yo digo que dicho espectáculo es un insulto a la inteligencia de muchos hombres. Me sentí insultado en mi condición de hombre... ¿No es esto machismo en su vertiente contraria? Esto es a lo que yo llamo Hembrismo. Y frente al hembrismo yo me defiendo con el masculinismo, esto es, mi derecho a ser respetado como varón, como tío que pese a tener un instinto sexual, no anda persiguiendo a las señoras como si se trataran de perras en celo, que no considera a las señoras como vaginas andantes, que no le hace proposiciones deshonestas a cualquier cosa que lleva falda, que no está dispuesto a encamarse con cualquiera que se le cruza por la calle, y, en resumen, que trata a las señoras de igual a igual, y no solo de boquilla.... ¿Saben por qué? Porque no creo que una señora sea una perra en celo, una vagina andante, ni que le guste que le digan barbaridades por la calle... Y como yo les doy ese trato, exijo el mismo trato. No me gustan esas bromas ni como bromas, de la misma forma que no me gustan (ni les gusta a la mayoría de las mujeres) determinados chistes machistas ni como chistes.

Si ahora tomara la misma actitud que algunas de mis congéneres feministas podría decir que es curioso que todos los programas en cuestión que han llevado a la señorita Sabrok para su exposición pública están dirigidos por mujeres. ¿De verdad creen estas directoras que a los hombres nos gustan “este tipo de mujeres? ¿De veras nos ven a todos los hombres como monos salidos? Que pena... Dificilmente se puede exigir respeto cuando no se concede.

Basta de tratar a la mujer como un objeto, sí, y basta de tratar al hombre como un consolador andante. Y ni una broma más con ello. O tendremos entonces que soportar las bromas de todos, y vuelta a empezar...

15 marzo, 2006

SATURNO DEVORANDO A SU PADRE

Cuando a Saturno no le quedaron hijos se fue a por su padre y empezó a devorarlo por la cabeza... No. No es una historia de la mitología griega, es la continuación en su parte más actual. Funde a negro...

Pepe Navarro. Desde mi punto de vista el mejor “comunicador” que ha dado este país en los últimos veinticinco años. El único original. Ahora que no le tenemos a la vista ha pasado a estar en boca de todos. Según parece “el cabezón”, como le llamaba su “hijo” Pepelu, ha tenido tantas aventuras sexual amatorias que en mi próxima vida espero reencarnarme en las yemas de sus dedos, aunque sea un solo día. El delito que se le achaca es engañar a su mujer. Ella, a día de hoy, todavía no le ha denunciado a los tribunales quizá porque todavía hay algunos que no se han enterado de que el adulterio dejó de ser un delito.

Sin embargo el Tribunal de la Santa Inquisición ya le ha condenado. Es culpable de pasarse por la piedra a todo aquello que respirara en su plató... Aparecen incluso algunas chicas nada sospechosas, con curriculum impecable, libres de amantes famosos, diciendo que estuvieron enrolladas con él, pero que no hubo sexo. Una precisa que sí que hubo revolcón en un aparcamiento/descampado pero sin penetración así que no puede decirse que tuviera sexo con Pepe... Entonces me acuerdo de Clinton... Ay, cuanto daño hizo la Levinsky.

Pero la caída de Navarro no ha comenzado en estos días... Tuvo lugar en aquellos días en los que tuvo la osadía de triunfar cruzando el Mississippi, cruzando esa frontera de las doce de la noche más allá de la cual no había audiencia. Como si de El Dorado se tratara, conquistó aquellos territorios desconocidos y Tele cinco plantó allí sus pozos petrolíferos más productivos. Luego llegaron los “marcianos” que seguirían con la explotación, y más tarde, un catalán añadió una nueva “fuente”. Pero solo siguieron la estela del primer conquistador...

Y como aquellos conquistadores del nuevo mundo, Navarro tenía ese punto de loco, de iluminado, de caudillo, de dictador, de ególatra que le ha proporcionado una leyenda negra en televisión. Son muchas, y verdaderas, las historias que se cuentan sobre su trato a equipos, perdidas de los nervios, gritos, amenazas y demás historias que, en su momento, lejos de perjudicarle, le beneficiaban. Eran las “características” del genio incomprendido, que sufre la propia naturaleza de su saber y al que muchas veces el equipo no entiende. Esa es su tragedia. Todo se le perdona, porque a fin de cuentas, todos los artistas sufren este tipo de cambios de humor y todo lo hace por el bien de su obra... Ese mal humor es parte del trabajo. Parte del peaje que hay que pagar por trabajar al lado del genio. He oído leyendas parecidas de comunicadores que vinieron tras él. Siempre tienen las mismas características. Los mismos que soportan esos accesos de “genialidad” son los primeros en justificarlo porque “es por el bien del programa” y, por ende, de todos. La figura paternal en estado sumo... Como la audiencia luego responde, todo se perdona... Es el síndrome de Estocolmo hacia el caudillo que les hace transitar por la tierra prometida, es decir, el share...

Sin embargo no fue ese su pecado. Su mayor delito fue sonreír... y llevarse su sonrisa de pelícano a la cadena de la competencia. Aquí vale que triunfes pero no te rías, coño, que entonces parece que eres feliz, y aquí soportamos cualquier cosa menos que los ricos y los famosos sean felices. Eso es una provocación. Por motivos aún no aclarados, al pelícano le dieron una perdigonada en el estómago y cayó al mar. Desde entonces no volvió a remontar el vuelo. La Vía Navarro de Vía Digital fue un Vía Crucis, y la OPA amistosa de Navarro sobre Ruffus este mismo año acabó en lo peor que te puede dedicar la audiencia que no es el fracaso sino la indiferencia...

Así, el viejo león sin refugio televisivo cruza el Mississippi, esta vez de vuelta, y es entonces cuando las pirañas del corazón se están dando un buen festín en mitad del río... Navarro, como aquellos antílopes del documental, intenta sacudirse la nube de peces que se le comen vivo y da coces y pierde los nervios. Todo será en vano. Está sentenciado. Van a devorarle trocito a trocito. Cada pedazo de su vida será arrancado y expuesto en pequeños videos que serán mostrados en todo tipo de programas, no digo ya del corazón, porque todos son ya del corazón... Quizá entonces recuerde que fue él quien creó la moda de las pequeñas dosis de vida privada comentada....

Corrían los primeros tiempos del Mississippi cuando un atildado muchachito llamado Pepelu decía aquello de “Juanma, chiquitín, pónmelo...” y el realizador soltaba un vídeo con esas preguntas callejeras, impertinentes o simplemente estúpidas, al famosete de rigor... tras “la pastilla”, él y su papá postizo comentaban la jugada. Había coña. Había cachondeo. Había desvergüenza... Más humor que mala baba. Después la fórmula se repitió, esta vez con un pseudo monigote rosa llamado Krispin Klander y dio un paso más allá.. No se llegaba a los niveles de escarnio e insulto que alcanzamos en nuestros días... pero estaba la semilla. Así, cuando Navarro despareció, de los personajes de Pepe se pasó a los personajillos de Gran Hermano. De la mala baba fingida, se pasó a peor leche real. Del guión controlado, al guirigay estruendoso. De la pulla con ingenio al insulto despreciable... Todo creciendo hasta un límite que hoy día todavía no alcanzamos a vislumbrar.

Como en una de esas malas películas de catástrofes o de invasiones alienígenas, esto no ha hecho más que empezar. Todos sabemos que el cáncer, una vez iniciado, no se para en el órgano que le creó. Sigue su avance imparable devorando cuanta carne encuentra a su paso... ¿Cuánto tardarán en aparecer Grandes Hermanas de Pequeños cerebros acusando al Gran Marciano de acosarlas mientras escribía sus Crónicas? ¿O serán Grandes Hermanos Menores? Porque los escándalos, para escandalizar de verdad, cada vez tienen que ser mayores ... Y así seguiremos avanzando hacia atrás: pero, ojo, los mismos gusanos que hoy se alimentan de esta carne putrefacta, deberían darse cuenta de que serán en el futuro a su vez alimento de nuevos gusanos... Es el ciclo de la vida que nos enseñaba Disney.

Pero no me olvido de que fue Navarro el que parió el monstruo al que otros echaron de comer. Pepe, un tío culto, debería haber previsto por el Frankenstein de Mary Shelley que el primero contra el que se vuelve la “criatura” es contra el padre...

Lo que no pienso decir es eso que ya empiezo a escuchar estos días a los fariseos de siempre: “Se lo merece...”

Como sentenció el asesino William Munny de Sin Perdón: “Todos nos lo merecemos...”

09 marzo, 2006

LEGAJOS DE FAMILIA

El lenguaje es mentira. Una tiranía que arrastramos desde el preciso instante que el mono loco bajó del árbol. El mono loco, claro está, es el hombre: nuestro antepasado que pensó que podía dejar las ramas y caminar erguido sobre las patas traseras. El mono cuerdo se quedó en la copa del árbol y allí sigue.... Pero el simio andante quiso diferenciarse de sus parientes pobres y decidió que ya estaba bien de llamarse a gritos y aullidos, e inventó un sistema de comunicación basado en sonidos más armónicos, con reglas y academias normativas. Ahí nació el Hombre. En primer lugar porque somos el único bicho viviente sobre este planeta que inventamos normas completamente arbitrarias para regirnos, y en segundo lugar porque en cuanto aparecen más de dos humanos en escena, somos incapaces de ponernos de acuerdo... Así, cada individuo pensó que su forma de gritar debía de ser única y distinta del mono loco que había bajado de la encina de enfrente, en lugar del roble del que descendimos nosotros y si observamos la cantidad de árboles distintos que hay en el planeta comprenderemos el número de lenguajes que nos hemos dado los humanos...

Y aquí estamos: todavía en la prehistoria de la Humanidad. Todo acabará el día que podamos comunicarnos directamente de cerebro a cerebro. La telepatía acabará con esa estupidez universal que son los lenguajes, un arcaísmo aún necesario para la comunicación. Y para muestra un ejemplo: los extraterrestres no tienen ese problema... Llegan a cualquier lugar de la galaxia y ¡plaf! abducen a cualquiera e instantáneamente el sujeto abducido les entiende. Qué adelantos... Pero ¿qué ocurrirá entonces ese día?

De momento se les jorobará el chiringuito a Telefónica, Vodafone y Nokia...

Después le llegará el turno a las academias de las lenguas, a las televisiones autonómicas y a los políticos. Habrá algunas bajas necesarias pero tremendamente lamentables como por ejemplo Chiquito de la Calzada: ¿cómo se podrá trasmitir telepáticamente el Jarrrllll, finsssstro, pecarorrrrrr....? Pero, bueno, que se le va a hacer, para hacer una tortilla hay que romper algunos huevos...

Saldremos ganando porque nos desharemos de lo políticamente correcto, el verdadero cáncer de la sociedad moderna. Lo políticamente correcto es la prostitución del lenguaje por esos proxenetas de la palabra que son los políticos. Así, las cosas serán como sean, pero no podrán jugar con el lenguaje. Se les acabará el chollo.

Pero mientras tanto tendremos que seguir sufriendo los horrores de la prehistoria...

Parece ser que nuestros gobernantes han decidido inventarse un nuevo libro de familia, horrible palabro, en el que no aparezcan la palabra Madre y Padre. Dichos términos serán sustituidos por Progenitor A y Progenitor B. Personalmente me da exactamente igual lo que ponga y me explico. En mi casa no tendríamos problemas: yo siempre seré el progenitor B y la madre de mis hijos el progenitor A, ya que yo soy Barbero y ella es Alonso. Nos da igual un libro que otro.

La razón para dicho invento es que parece ser que los roles tradicionales de Madre como progenitor de sexo femenino y Padre como progenitor de sexo masculino ya no corresponden a la realidad. Hay parejas de lesbianas y de homosexuales que adoptan niños y así tenemos familias con dos padres o dos madres, o madres solteras o padres solteros (en cuyo caso, digo yo, habría un Progenitor A y un Progenitor X... Es broma, ¿eh?).

Bien. Hasta ahí coincido. La familia “tradicional”, si es que existe alguna, ahora está compuesta por miembros distintos. No solo estoy de acuerdo sino que me congratulo de que sea así pero... ¿por qué diferenciarlos con un libro de familia distinto? Si lo que se pretende es “asimilar” ese nuevo estilo de relación familiar ¿por qué hacer diferenciación con el lenguaje? En el momento que les damos una nueva palabra ya les estamos distinguiendo y así el objetivo que se persigue se pierde aún de forma más patente... Así habrá niños con padre y madre, y niños con progenitor A y B. Es decir, otra vez dos tipos de familias...

Lo que hay que hacer es normalizar (palabro aún más horrible) las familias con dos padres y dos madres, no establecer una nueva categorización. En el libro de marras antiguo, donde pone madre se pone el nombre de la chica en cuestión, y donde pone padre, se tacha, se pone madre y se escribe el nombre de la otra mujer, y ya está. Solo hay que hacer ver a la gente que una familia con dos madres, o dos padres, es tan normal como la que cuenta con un padre y una madre...

Y aún voy más lejos, ¿por qué no una familia con dos padres y una madre? ¿Por qué no aceptar en occidente la poligamia, un hecho absolutamente normal en oriente? Alegan los entendidos en la materia que dicha práctica atenta contra la dignidad de la mujer. Yo, que no soy machista, alego que de igual forma soy partidario de la poliandria. Si varios hombres o varias mujeres aceptan dicha forma de convivencia, ¿quiénes somos los demás para prohibírselo o para establecerles lo que es su dignidad?

Así tendríamos que crear de nuevo un nuevo libro de familia distinto con varios padres o varias madres... o varios progenitores que continuaran el abecedario: C, D, E...

Y todo por jugar con las palabras.

Solo hay una cosa que me intriga en todo este problema: ¿Qué hará El Corte Inglés...?

Porque pase lo que pase, ellos siempre lo tienen claro. Nada se les resiste. Son la forma de existencia perfecta: se adaptan a cualquier tipo de cambio social sin apenas esfuerzo. No se preguntan el por qué. Solo el cómo. El cómo vendernos, claro.

Vayámonos preparando para las próximas campañas del Día del Progenitor A y el Día del Progenitor B. Estoy deseando verlas. Seguro que harán que se nos salten las lágrimas.

Y compraremos... ya seamos Progenitor A, B o Z...

05 marzo, 2006

EL TORMENTO Y EL ÉXTASIS

La creación es el acto más diabólico que Dios pudo poner en nuestras manos cuando decidió hacernos a su imagen y semejanza. Él, que lo hizo todo de golpe y que cerró la tienda después del séptimo día, quiso darnos ese don, ese regalo con el que envenenó la manzana que nos tragamos hace milenios.

La necesidad de crear es una maldición. Una maldición a la que uno no puede renunciar como una de esas enfermedades que va inserta en nuestros genes, y que un día u otro da la cara. El acto creativo no se elige: una mañana se presenta y a partir de ese momento uno ha de aprender a convivir con esa dolencia crónica. No hay remedio ni tratamiento que nos libre de sus síntomas o sus consecuencias. Habitualmente se presenta siempre a edad muy temprana aunque se dan casos que desarrollan el “virus” en la madurez. Da igual. A partir del día que uno nota que “aúlla a la luna llena” el maldito siente que tiene que sacarse eso que lleva dentro y que crece día a día. Y ahí comienza lo realmente duro.

Porque quitarse el “bicho” de dentro, cuesta. Ya lo dijo Dios: "Parirás con dolor". Y es que realmente es un parto. No conozco definición más adecuada para el acto creativo: dolor. Duele. Es el mayor de los tormentos. Mientras dura, si uno se mira desde fuera, nos convertimos en seres absurdos. Tan absurdos como las embarazadas que, espatarradas delante de un montón de señores vestidos de blanco, no tienen el más mínimo pudor en protagonizar un espectáculo mezcla de cine gore y peli porno y que, en su gran mayoría, ese mismo pudor les hace incapaces meses después de enseñar las tetas en una playa. Así, cuando escribimos, pintamos, interpretamos, bailamos, o hacemos música nos volvemos locos, idiotas, huraños, trastornados, desequilibrados, lúcidos, dioses o demonios... pero todo da igual... Lo único importante es sacarse a la criatura de las entrañas. Disfrutar sufriendo. Sufrir disfrutando. La tragedia es que no sabemos si lo que saldrá será un querubín de tez aria, el bebe de Rose Mary o el hijo putativo de Alien... porque no hay ecografía creativa que nos avise de malformaciones en el feto.

Sin embargo, como las parturientas, cuando nos ponen al “bebé” en los brazos sabemos que todos los malos momentos han merecido la pena. O no... porque, como dice Serrat, a menudo los hijos se nos parecen, y muchas veces no nos gusta lo que nos devuelve el espejo. Pero da igual, nuestras obras (de carne o de papel) andarán ya solas. Tienen vida propia y escapan a nuestro control. En ese preciso momento no somos dueños de ellos aunque pongamos el posesivo delante de su nombre. Serán de quienes les amen o les odien. Porque enamorarán o serán odiados. Serán objeto de admiración o de desprecio. Crecerán o morirán de forma inesperada. Pero todos reconocerán en ellos a una parte de nosotros porque llevan nuestros genes...

A los dieciocho años entré por vez primera en la Capilla Sixtina. Estuve exactamente dos horas y media sentado en un banco de madera observando cada una de las figuras pintadas por Miguel Ángel Buonarroti. Sentí que no se había creado nunca una expresión artística humana más perfecta. Jamás. Pensé que nunca nadie podría hacer algo más increíble. Pero apenas había salido de mi Atocha natal... Después he visitado muchos museos. Formas artísticas de todas las culturas. Algunas magníficas. Muchas sobrecogedoras... Pero sigo pensando lo mismo. Nunca he vuelto a ver algo igual. En ese techo, en aquel frontal, lejos de ser una mera obra religiosa, está plasmada la esencia misma del hombre: su grandeza, su horror, su trascendencia, sus contradicciones y su infierno interior, todo con una fuerza que escapa a la propia lógica humana.

El maestro florentino es a mi entender el artista más importante que ha dado lo que hemos venido a llamar como Humanidad. El genio creativo en su expresión máxima. Apreciado y reconocido para sus coetáneos: el más grande ya en su época. Siempre a la búsqueda de la perfección y siempre con la tragedia de no encontrarla a sus ojos pese al halago de los que le rodeaban. Cuentan que cuando terminó el Moises, a los treinta y cuatro años, buscándole un defecto pasó varios días pensativo. Recorría cada centímetro del mármol de Carrara en el que lo esculpió. Finalmente le dio con el martillo en la rodilla. Esperó un instante y le dijo a su criatura: “Te falta hablar...”

Sin embargo pese a todo su genio, a ese don único que poseía, Miguel Ángel vivió torturado toda su vida por el esfuerzo que le suponía ese impulso creador. Y digo torturado no metafóricamente: cada una de sus creaciones vino acompañada de años de duro trabajo, de dolor físico, de dolor intelectual en la búsqueda de la expresión exacta de su pensamiento, del afán de superación, atormentado con que cada creación debía ser única: no existía un antes y no era capaz de ver un después... No era pintor cuando aceptó pintar la Capilla Sixtina y durante cuatro años vivió literalmente en un andamio a muchos metros del suelo en el que incluso hacia sus necesidades, apenas acudía a actos sociales al que era habitualmente invitado porque le restaba tiempo para dedicarle a sus encargos, convirtió su casa en su taller y trabajaba por la noches a la luz de las velas, el mismo día que terminaba una obra empezaba la siguiente...

Lo dicho, una maldición.

Bendita maldición.