VISIONES Y VISIONARIOS
“En Italia, durante treinta años bajo el dominio de los Borgia,
tuvieron guerra, terror, asesinato y matanzas,
pero surgieron Miguel Ángel, Leonardo da Vinci y el Renacimiento.
En Suiza tuvieron amor fraternal;
quinientos años de democracia y paz,
¿Y qué produjeron?
El reloj de cuco.”
Graham Green en EL TERCER HOMBRE (1949)
En el anterior post comentaba de pasada que la democracia se había convertido en una religión con la que los políticamente correctos bombardean incesantemente todo nuestro pensamiento. Aún a fuer de que se me tache de fascista (un insulto universal que en nuestros días es utilizado lo mismo contra un árbitro casero que contra un señor que se salta un semáforo) quiero matizar mis palabras. Soy de los que piensa que el sistema democrático en el que se haya inmerso la mayoría los regímenes occidentales, y del que tan orgullosos estamos, presenta fallas irremediables. Fallas que pueden llevar a un Hitler o a un Chavez al poder y desde allí, por ejemplo, actuar contra la propia democracia. Pero no es esta la única. Esas fallas están llevando a la putrefacción de un sistema que, personalmente, creo que lleva a la caída de este imperio, como ya cayeron otros. Y todo por una la misma razón: el sistema es tenido como el único posible, final y definitivo que nadie es capaz de discutir. Además igualamos, quizá erróneamente, democracia y libertad.
¿Es por eso que yo propugno una vuelta a antiguos sistemas más totalitarios como el fascista o el comunismo? No. Dios, o el diablo, me libren de pensar así. Pero el Hombre tiende siempre a tener una concepción teleológica de
Siempre he creído que debemos avanzar, hacernos preguntas, buscar nuevas soluciones por muy arriesgadas que nos parezcan. ¿Acaso en el siglo XVII, repleto de monarquías absolutas bajo el poder de las distintas confesiones religiosas, podían siquiera plantearse el sufragio universal dentro de un estado laico? Imposible. Dichas monarquías se mantuvieron en el poder durante siglos sin que nadie pudiera pensar siquiera que el poder podía no emanar del rey o de Dios. Tuvieron que pasar muchos años para que algunos se decidieran a andar por otros caminos. Y gracias a aquellos que no se conformaron, nacieron las democracias occidentales y el hombre consiguió una serie de mejoras que, indudablemente, hicieron a las personas más libres. La línea no ha sido recta ni ascendente todo el tiempo, ha habido pasos hacia delante y hacia atrás. Sin embargo, en nuestros días existe la creencia generalizada de que hemos llegado a la estación termini.
Pero yo no pienso así. En las democracias occidentales, y en algunas especialmente, la clase política se ha erigido en casta más allá del bien y del mal, capaz de ponerse de acuerdo solamente cuando se sienten atacados o se votan a sí mismos para subirse el sueldo... Cuando todas las mejoras sociales se basan en la cantidad de votos que les pueda reportar su decisión en el sagrado día de las elecciones una mayoría cada vez más iletrada y burra, se hace necesario dar otro paso. ¿En qué dirección? No lo sé. Pero hay que encontrarlo. No podemos quedarnos parados y autosatisfechos mientras nos miramos la panza como ya hicieron otros... O nuestro precioso imperio en technicolor, pantallas de plasma y teléfonos móviles caerá más deprisa que las murallas de Roma.
Este pensamiento, apocalíptico para unos y totalitario para otros, me cuido mucho de expresarlo en público porque siempre he pensado que estaba sólo en esta especie de utopía paranoide. Si me escucharan, muchos pensarían que soy un nihilista descreído, un pesimista convencido o (vuelta la burra al trigo) un fascista. Por eso me he alegrado esta mañana cuando me he encontrado en el artículo de un economista y escritor norteamericano, Thomas Sowell, que aquí reproduzco.
Quizá sea una locura pero merece la pena hacernos una pregunta: ¿De veras pensamos que hemos llegado al sistema político definitivo en algo más de veinte siglos y que vale para todas las naciones del planeta?
Prometo no volver a hablar de política en una temporada.
“Aunque fuera lo único que se lograra con la guerra de Irak, se debería eliminar el concepto de nation-building de nuestro idioma y nuestras mentes. "El historial del nation-building y de la grandiosidad wilsoniana debería dar que pensar a todos", como dije en una columna antes de que comenzara la guerra. Ahora podemos añadir lo sucedido en Irak a la lista de desastres.
La existencia misma de Irak es el resultado de las grandiosas ideas de Woodrow Wilson sobre el "derecho de autodeterminación de los pueblos", que condujeron al desmembramiento del Imperio Otomano a manos de las victoriosas potencias aliadas tras
No se puede convertir un territorio y su población en una nación que funcione con a golpe de bolígrafo o dibujando líneas en un mapa. Las verdaderas naciones se desarrollan a lo largo del tiempo debido a que los pueblos se acomodan a vivir juntos, no imponiendo de golpe las brillantes ideas de los teóricos.
Una parte nada despreciable de los problemas de los países africanos procede del hecho de que la mayor parte se convirtieron en naciones sólo cuando los conquistadores se repartieron en el territorio africano en función de sus intereses. No había ninguna nación de Nigeria hasta que los británicos trazaron algunas fronteras sobre un mapa y le pusieron este nombre. No hay razón para pensar que tal nación pudiera haber nacido por su cuenta, teniendo en cuenta la hostilidad entre los pueblos que residen en ese enorme territorio.
Irak es una lección de libro en otro sentido. Rara vez se oye hablar de la zona del país controlada por los kurdos porque viene siendo la región más pacífica y ordenada, y a los medios les atrae la muerte y la destrucción. En su profundo libro Asaltado por la realidad, John Agresto afirma: "No creo que ningún americano, soldado o civil, haya sido asesinado o siquiera herido en el Irak kurdo desde que comenzó la guerra, o quizá nunca". Los kurdos son un pueblo. No son sólo unas cuantas personas reunidas por otros que dibujaron fronteras en un mapa. Tenían sus propios líderes antes de que hubiera elecciones nacionales en Irak.
Como precisa Agresto, la democracia es un medio, no un fin en sí mismo. El libro de Natan Sharansky La defensa de la democracia explica muy convincentemente las ventajas tanto internacionales como domésticas de la democracia, viéndola como la clase de gobierno que reduce los riesgos de que haya guerras. El presidente Bush se convirtió en un entusiasta de esa idea y pasó horas hablando con Sharansky en
Quizá debiera haber pasado algo de tiempo hablando con Amy Chua, cuyo libro El mundo en llamas señala que la democracia, en ciertos tipos de sociedad, es una receta para el desastre, pese a lo valiosa que haya podido ser en las naciones occidentales.
Democracia significa elecciones, no libertad. Cuando mezclamos los dos conceptos nos confundimos y confundimos a los demás. Gran Bretaña era un país libre mucho antes de ser democrático. En Alemania, Hitler salió elegido en unas elecciones. En gran parte de África, la democracia ha significado en la práctica "un hombre, un voto, una vez", ya que los líderes elegidos ponen fin tanto a las elecciones como a la libertad. Sería maravilloso tener naciones libres y democráticas por todo el mundo y probablemente eso reduciría los conflictos militares, como dicen Sharansky y otros muchos. Pero no garantizamos la libertad celebrando elecciones.
Según John Agresto, en Irak "el gobierno 'democrático' que ahora se atrinchera en Bagdad es tan sectario e incompetente como el de nuestras peores pesadillas". Siendo reacio a decir que la invasión de Irak, "como se concibió originalmente", fue un error, teme que se haya convertido en "una tragedia".
Esto no es un argumento a favor de la retirada. Cualquiera que fuera la situación cuando atacamos, terroristas de todo el mundo han elegido convertir Irak en el lugar de una batalla campal. Podemos ganar o perder esa batalla, pero no podemos poner fin unilateralmente a la guerra. Es la guerra de los terroristas, al margen de dónde se libre.”
Thomas Sowell es doctor en Economía y escritor.
Especialista del Instituto Hoover.
Me siento hoy, como un halcón llamado a las filas de la insurrección...
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