07 septiembre, 2007

NESSUN DORMA

"Me gustaría morirme y luego vivir para siempre."

P.Handke, R.Reitinger y W.Wenders en "EL CIELO SOBRE BERLIN" (1986)




Se llamaba Luciano, nombre de niño del Neorrealismo italiano al que su madre llama desde la ventana para que suba a casa, y se apellidaba Pavarotti, nombre propio que él se ha encargado de convertir en común: un Pavarotti es ya como un Caruso, alguien que canta como los ángeles. Pero decir que Luciano Pavarotti era tenor sería menospreciarle. El no cantaba. Como Luciano decía, sólo tocaba un instrumento musical que eran sus cuerdas vocales. Que grande…

Siempre fue mi favorito. Es de esas personas que te hace sentir que somos algo más que piel y huesos. Cualquiera de sus arias me estremecen, consiguen que se me erice el pelo de la nuca, que sienta que estamos aquí para algo más que nacer, vivir y marcharnos sin hacer ruido. La voz de Pavarotti no se escuchaba con el oído sino con el alma. Y eso, como decían en doctor Zivago, es un don. Porque se puede cantar bien, como Carreras, se puede cantar muy bien, como Plácido, pero sólo unos pocos pueden tañer el alma de los que les escuchan… y eso sólo podía hacerlo él.

Por eso sonreía tanto. Porque era feliz cantando. Porque parecía no tener que hacer esfuerzo como sus compañeros. Decía la Caballé que “cantar con él no era cantar, era ir de fiesta”. Es por eso que cantó de todo, incluso eso que llaman género popular. Cantaba porque era feliz cantando. Lo que fuera. Para trasmitir esa felicidad a todos, gramo a gramo.

Cuando se popularizó gracias a un disco llamado Tutto Pavarotti, pasó a ser patrimonio de la humanidad. Fue entonces cuando el público que no le conocía, acudía a los grandes almacenes en busca de más discos de este cantante. Más de uno y de dos llegaron pidiendo otras grabaciones de Tutto Pavarotti. Normal. Es que Luciano lo era Todo.

Confieso que no soy imparcial. Hace muchos años estaba enamorado de una chica. La chica perfecta. Yo, como muchas veces, no era capaz de decírselo. Un día, al despedirnos ella me regaló una cinta de cassette. Llegué a casa. La metí en el equipo y sonó su voz. Era el “Caruso”. En ese momento supe que me ella también me quería. Es la declaración de amor más bonita que me han hecho. No era una canción, ni una voz, era un sentimiento en estado puro. Hoy, la escucho y sé que todavía sigo enamorado de esa chica…

Gracias por haber puesto color a cada uno de los sentimientos que he tenido en esta vida.

No lloreis por él.

Llorad por nosotros que ya no le tenemos...


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6 Comments:

Blogger enrique said...

Un grande, sin duda alguna...

4:31 p. m.  
Blogger Sintagma in Blue said...

Siempre lloramos por nuestra soledad.

8:38 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Es curioso cómo un olor, un sabor, una música, puede hacernos viajar al pasado y revivir así momentos inolvidables.
Escucho a Pavarotti cantar "Caruso" y me veo abrazada a él bailando...emocionada por la música y por el reencuentro.
Que siga cantando...

12:07 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Recuerdo haberlo escuchado ¿en una "Aida"? en las Termas de Caracalla, mediados los setenta, cuando todavía no era tan famoso, pero apuntaba maneras y hechuras. Luego lo vi en una curiosa película "Sí, Giorgio" (F.J. Schaffner, 1982). Y después vino el "tutto". A mí no me gustaba cantando tarantelas ni canzonettas. Pero en fin, la audiendia es la audiencia.
Siento que muchas emisoras hayan colocado la morralla para recordarlo en vez de sus grandes interpretaciones. Y plenamente de acuerdo con una carta al director que hoy aparece en "El mundo", censurando la ignorancia musical de un periodista de Antena 3, envuiado a Módena para cubrir las honras fúnebres del maestro.
Un saludo a todos los huérfanos melódicos.
Dalmacio
P.D.: Contra la estrecha mira periodística tendríamos que ampliar el arco de los tenores que han sido. ¿Por qué sólo recordar ahora Caruso de entre los fallecidos? ¿Y Mario del Mónaco, Alfredo Kraus..?

2:08 p. m.  
Blogger Pedro Luis Barbero said...

Perdone usted Dalmacio, pero honda es la incultura (especialmente) entre los plumillas de esa casa... aunque no nos engañemos, el resto no tienen mucho que envidiarle.

Para muestra un botón. Como bien sabrán, en estos días se está celebrando la eurocopa de selecciones de baloncesto en Madrid. Lo retransmite la Sexta. El otro día, viendo yo un apasionante Francia-Italia, uno de los jugadores de la selección gala destacaba de entre los demás. El comentarista, para hacerse el erudito comenta "jugador nacido en Guadalupe" (leído evidentemente de los papeles que les pasa la organización) a lo que añadió de su propia cosecha: "bonita ciudad la de Guadalupe... En Cáceres." Obvio decir que el jugador aludido era un tipo que pasaba de los dos metros... y "de color" (y más negro que un tizón que dirían mis adorados Les Luthiers). ¿Puede imaginarse uno semejante negrazo paseandose por las inmediaciones del monasterio de dicha ciudad sin pasar desapercibido? Hasta el mismísimo fantasma de Carlos I habría quedado demudado...

Por supuesto, nadie corrigió al insigne comentarista (y también hago recaer las culpas sobre comentaristas anexos, director, realizador, etc.) y le sopló por ese pinganillo que la ISLA de Guadalupe pertenece a territorio FRANCÉS, lugar del que (obviamente) provenía dicho jugador...

Supongo que para la gran mayoría ya era de absoluto desconocimiento que la primera Guadalupe estaba en Cáceres. Así que...

Un saludo.

4:16 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Gracias por la letra y la mùsica.

6:56 p. m.  

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