24 enero, 2007

HABLEMOS DE SEXO (SIN DECIR GUARRADAS)

“Un día sin sexo… es un día perdido.”

M.Gerbosi en DESENFOCADO (2002)


Acababa de acostarse con Ava Gardner, el animal más bello del mundo, y Luis Miguel Dominguín se vistió a toda prisa. Ella, acostumbrada a que los hombres la adoraran como la diosa que era, se extrañó de que un españolito dejara el lecho a los pocos minutos de haber consumado: "¿A dónde vas?" le preguntó. "¿A dónde? ¡A contárselo a mis amigos!" Bien sabía el torero que a los españoles nos gusta practicar el sexo pero nos gusta aún más comentarlo.

Por eso levantan tanta expectación los programas que se dedican a explicarnos todo lo referente a la entrepierna. Y siempre que estrenan uno, allí estoy yo. No es que esté salido, no, es que me gusta informarme. Mira que llevamos juntos mi "pequeño amigo" y yo pero oye, como decía Felipe (el amigo de Mafalda) uno nunca termina de conocerse. ¿Ha colado? No, claro. A mi también me gusta hablar de sexo que, no nos engañemos, es otra forma de sexo. Y es que el sexo no nos abandona por mucho que crezcamos. Siempre pensé que esto se me pasaría con la edad pero no… al contrario. Es una enfermedad degenerativa. Va a más.

Recuerdo el primer programa de este tipo: Hablemos de sexo. Lo conducía una señora llamada “la doctora Ochoa” y lo dirigía Chicho Ibáñez Serrador. Nunca la olvidaré: era doctora pero tenía pinta de institutriz. Siempre con traje de chaqueta (con falda) y tapadísima hasta el cuello. Pelo recogido permanentemente para hacernos ver, subconscientemente, que era una mujer que lo tenía todo controlado (cuantas cosas podría haber dicho Freud de sus peinados) y un tono de voz frío, monocorde, hablando de vulvas y penes como quien da los datos del Ibex 35. A mi me ponía muchísimo. No por lo que decía, ya que me quedaba embebido por sus frases secas y directas, sino porque estaba convencido de que sería una perfecta Dominatrix. En mis sueños húmedos, me la imaginaba vestida de cuero y botas hasta las ingles dándome todo tipo de órdenes. Es curioso, yo que tengo mucho de Amo y nada de Sumiso, que esta mujer consiguiera que yo me “pasara al otro lado”. Curiosamente, la vida luego me dio la razón. Cuando la doctora Ochoa dejó el mundo de la televisión, se casó con Norman Foster, un arquitecto mucho mayor que ella al que estoy seguro que le iba la disciplina inglesa (lo normal siendo británico) e hizo realidad con ella mis sueños adolescentes. Y si no fue así, discúlpeme usted doctora, pero no voy a permitir que la odiosa realidad estropee mi fantasía.

Después vino la estrella mediática autodenominada como La Gemio con un programa titulado Esta Noche sexo. Ya el título era malo. Es como una imposición. Esta noche toca, así que prepárate. Eso ya, de entrada, a uno le tira para atrás. Es como “sábado sabadete…” Sonaba a polvo marujil. Y eso es lo que era… Esta "profesora" estaba empeñada en democratizar el sexo, entendiendo por democracia sexual que cualquier Maruja iletrada que contara su experiencia sexual sin ningún atisbo de pudor era sinónimo de fresco y divertido… Y no. Esta Noche sexo o como conseguir que el sexo sea sucio cuando se habla de él en televisión. Por sus sonrisas nerviosas, sus testimonios patéticos, y sus aires de superioridad hacían del sexo algo chavacano aunque llamara penes a las pollas. Pero es que Isabel hablaba del sexo como si le diera repelús porque en su infancia le hubieran enseñado que era de mala educación hablar de esas cosas, como si quisiera pasar de puntillas por encima de estos temas... Aquello acabó mal y ¡sorpresa! ella, que sabía tanto de sexo, terminó marchándose a Cuba y encontrando, casualmente, a un marido caribeño como muchas de esas marujas que se van al caribe buscando cultura…

El último programa de televisión que recordaba dedicado al mayor de los placeres era el moderno Me lo dices o me lo cuentas (cuando estaba en autonómicas) que pasó a tener un título más sugerente en TVE: dos rombos. Lo presentaba Lorena Berdún, una chica que, esto es una parafobia mía, no podía ver. Ella hablaba espasmódicamente sin parar, pero todas mis miradas se dirigían a sus manos. Unas manos largas, enormes, “agarradas” (de garra) que no dejaba de mover mientras repetía la lección aprendido. No digo que lo hiciera mal, no. Pero, simplemente la veía como una de esas compañeras de clase de la facultad que hablaban mucho de sexo pero que te daba la impresión de que no se habían comido un colín en su vida. Que hablaban de sexo por lo que habían leído en el Pronto y el Super Pop.

Hace pocas semanas descubrí en la Sexta uno nuevo: “Todos a cien” que reconozco que me hizo gracia. Una especie de magazine sobre el mundo del morbo, reportajes calentorros y hasta una sección tipo Bricomanía con todo tipo de trucos y artilugios para hacerte “unas pajillas”. La de imaginación que se echa a perder. Cuanto genio suelto sin nada que hacer… Fascinado me quedé. Yo que siempre me creí un degenerado, comprendí que no llego ni a aprendiz de pervertido… Como decían en aquella película: “me deprimí al darme cuenta de lo asquerosamente normal que soy.”

Pero el verdadero motor de este post llega zapeando un viernes por los canales convencionales. Lo más normal es que te encuentres en pantalla a gente haciendo todo tipo de esfuerzos por reproducirse. Incluso a aquellos/as que no pueden reproducirse. Hay que ver lo que da de sí, eso que dijo Dios de creced y reproducíos… Cuanto cristiano practicante (muy practicante) anda suelto. Antes me alegraba el cuerpo y la vista, ahora ya, como es tan corriente uno no se le anima ni el dedo con el que cambiar de canal. Ya se sabe, parte de la excitación es el morbo de lo prohibido o de lo que no es habitual.

Pero, de repente, me encontré una carátula de comienzo con un título prometedor: “Alessandra… Sólo sexo.” Pensé que era un promocional de una meretriz asociado a un 803 (muy típico de esas horas) o el comienzo de una nueva peli porno. Pues no. Era un programa de sexo. De sexo del que se habla. Y claro me quedé. No le voy a hacer aquí publicidad porque era vulgar: una chica caribeña, con ese acento que embelesa, nos habla de sexo como si no hubiéramos descubierto aún lo que tenemos entre las piernas, nos dice que no hay que avergonzarse de nada, que hay que hablar de todo… vamos como si tuviera quince años (que es la edad mental que piensan que tiene el espectador), banalidades como famosos contestando preguntas sobre el tema y llamadas telefónicas con preguntas de los telespectadores(uf que derroche de originalidad). Pero lo mejor está por llegar...

La presentadora se llama Alessadra… pero nos han ocultado su nombre completo en el título. Su apellido es ¡¡¡Rampolla!!! ¡¡¡Rampolla!!! ¡¿Por Dios, es que nadie piensa hacer un chiste sobre el tema?! ¿Como una sexóloga (en el caso que tenga el título) puede llamarse Rampolla? ¿Nadie le dijo que, aunque sea muy honorable, tenía que cambiárselo si pretendía ejercer? ¡¡¡Es como si un actor porno se llamara Agapito Pequeño!!! Quizá la familia de los Pequeño es de rancio abolengo y Agapito es un nombre es de honda tradición castellana pero juntos, y si uno quiere dedicarse al porno es… ¡inaceptable!. Lo siento, no puedo por menos que imaginar como será la grabación de uno de estos programas… ¿os acordáis de la famosa secuencia en La vida de Bryan del tribuno romano llamado Pijus Magníficus cuyos legionarios lloraban aguantando la risa cada vez que este decía su nombre…? Pues eso, me imagino a la pobre Alexandra entrando en ese plató y todo el equipo aguantando la carcajada cada vez que aparece el rótulo con el apelllido. Toda su credibilidad al pique por la falta de un nombre artístico.

Después de todo este repaso por la sexualidad en televisión, me ha asaltado una idea. Un buen programa de sexo lo debería hacer la Preysler . La de leyendas urbanas que corren por ahí sobre sus presuntas artes amatorias y a los altos tálamos que le han llevado esos conocimientos. Y lo que más me pone: tiene pinta de saberlo todo sobre el tema pero no haber pronunciado en su vida la palabra sexo.

Pues eso, que venga y nos lo cuente... que ella si que sabe.



6 Comments:

Blogger José Antonio de Cachavera said...

Sobre los programas de TV sobre sexo me pasa como con los del corazón: me dan morbo pero me dan asco; además, me parecen tan anticuados unos como los otros; igualmente obscenos, ya que en unos se airean las vergüenzas de los famosos y en los otros... bueno, en los otros, también.

En ambos, hay gente que se hace famosa a base de enseñar las vergüenzas, protagonizar dudosas hazañas sexuales y contarlas.

Ahora que lo pienso, los programas del corazón casi se parecen más a los programas no de supuesta divulgación del sexo, sino símplemente a los destinados a pajilleros varios. En ambos, se cuida la escenografía, la luz; las mujeres fingen estar calientes desde el principio al final del programa; se visten como putas y, realmente los son; los hombres suelen adoptar una papel secundario; la gente grita mucho y sin sentido y en algunos casos se llega a una violencia más fingida que en el "pressing catch" para aumentar el morbo.

La única diferencia que encuentro es lo del polígrafo: si se lo aplicasen a todas las que participan en este tipo de programas habría que decir: "El polígrafo dice que.... miente. No ha tenido siete orgasmos durante la grabación de la escena, no siente un placer inaudito practicando felaciones a fontaneros cachas, no suele estar en casa con liguero, no suele autoinvitarse a un trío cuando ve a una pareja follando, no está encantada con las penetraciones dobles..."

Así acabaríamos con las fantasías del porno en un pispás.

Sobre los programas más divulgativos... pues, en general, me provocan aburrimiento. Poca gente trata el tema con conocimiento, delicadeza y verdad y, casi nadie, se libra de caer en la tentación de hacer de un programa de divulgación el catálogo de un sex-shop, pretendiendo dar una imagen de normalidad al uso de disciplinas, vibradores, bolas chinas, etc. cuando, en la mayoría de los casos, la utilización de determinados artilugios provoca "cosización" (perdón por el palabro) del otro, frustración, obsesiones varias...

Además, en estros programas se suele separar sexualidad de afectividad, lo cual ya en si mismo es una postura ideológica, en vez de preocuparse por lo más difícil del sexo: conocer al otro (no anatómicamente, para eso está el colegio), entender sus reacciones, saber cuando decir si y cuando decir no, entender cuando un abrazo es necesario, cuando una caricia, cuando un polvo...

Eso si que es delicado y difícil de entender; follar como una estrella porno sólo es una cuestión de centímetros -y eso no lo aumentan los programas divulgativos- y de gimnasio. Hacer feliz a tu pareja requiere sensibilidad, sentimiento, generosidad y entrega.

Y eso, no lo he oído nunca en una programa de sexo por la tele.

Nota: por cierto, lo de la Preysler, morbazo total. Me encantan las superpijísimas megafinolis: siempre pienso que deben ser de lo más guarronas, para contrastar.

10:41 a. m.  
Blogger Princesa said...

¡Por Dios!, Cacha, es usted un cavernícola (dicho sea en lenguaje clásico español)..., pero reconozco que me da morbo.

Desde luego, me apunto a tomar esas cañas... y, a dejarme que el caballero, cosa que no dudo que es, me invite. A las princesas nos gustan que nos galanteen.;)

En cuanto al comentario, en lo único que estoy de acuerdo es en :"Hacer feliz a tu pareja requiere sensibilidad, sentimiento, generosidad y entrega"... En el ir y venir con usted, intentaré acordarme de eso... (para obviar sus expresiones políticamente incorrectas ;))

En cuanto a Pedro y su post..., ¡qué falta me hacía reirme hoy!!!

Y, desde luego, lo ha conseguido.

Un saludo muy afectuoso a todos.

11:16 a. m.  
Blogger Sintagma in Blue said...

Yo aún no he parado de reirme.
Gracias.

Magistral, como siempre.

(También pensé lo mismo que tú de Foster)

11:24 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Lo de la idea de la Preysler presentando un programa de sexo es como querer pisar la nieve blanca que no tiene ninguna huella: todos queremos "romper" esa inmaculada forma, ese manto perfectamente liso. Freud sí que tendría mucho que decir sobre eso.
Todos tenemos un irreprimible deseo de pervertir lo impervertido. Quizás sea porque por mucho que nos hablen de sexo y estemos en una sociedad "demasiado" abierta a hablar de sus vivencias privadas, en el fondo el sexo sigue siendo tabú porque queremos que sea tabú para que nos siga dando morbo, para que nos sintamos "algo sucios". ¿A quién no se le ha escapado una sonrisilla cuando ha leído morbo o sucio? Es la gran sal de la vida.

12:03 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

¡¡¡Rampolla!!! jajajajaaja es tan ridículo que igual es su nombre artístico adrede... dedicándose a ese programita ;)

churno

12:54 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Sisi...es que a la Preysler le pega muchísimo ser la fundadora de la futura "megaescuelapija" de geishas de Madrid...verdad?

6:40 p. m.  

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