UNA VERDAD INCÓMODA: UNA MENTIRA CÓMODA

“Un hombre que dice mentiras, simplemente oculta la verdad;
pero el que dice medias mentiras ha olvidado dónde la ha puesto.”

Robert Bolt en LAURENCE OF ARABIA (1962)

Nunca he comprendido a aquellos que alaban a los americanos que son antiamericanos y que critican con todas sus fuerzas a los americanos que son, simplemente, americanos. Es decir, aquel señor nacido en los USA que está orgulloso de serlo es un imbécil y un imperialista sin cabeza y sin embargo aquel que es crítico con el Sistema mientras chupa de su teta, cuando no ayuda a sostenerlo, es un tipo cojonudo. Pongo ojos de chino y, como diría Homer Simpson, sospecho…

No soporto ver a grandes actores de Hollywood o políticos yankees clamando contra un sistema que les permite a ellos vivir en bonitas mansiones en Beberly Hills o Manhattan. Me parece un insulto a la inteligencia de cualquiera. Más a la inteligencia de aquellos a los que aseguran defender… Y es que, cuando uno rasca un poquito la superficie, afloran en sus vidas muchos de esos vicios privados que ellos tanto desprecian en público. ¿Mantienen ellos esas mansiones solos o con un servicio de jardinería, cocina, etc? ¿Y pagan “justamente” a ese servicio que a buen seguro se compone de negros, hispanos, orientales…? ¿Llevan a sus hijos a colegios públicos o privados? Lo siento, no me creo nada… Creo que es difícil ser de izquierdas (como ellos entienden la izquierda) con un criado chino que te ordena el guardarropa, una negra haciéndote la comida y un hispano arreglándote el jardín cuando tú eres un WASP alto, rubio y de ojos claros. Me recuerdan a esos ilustrados de la Revolución Francesa que discutían como salvar al pueblo mientas esnifaban rapé.

A todo esto, debo unir lo que desconfío de los políticos. De todos. Sí, sí, generalizando, algo que está tan mal visto en nuestros días. Estos tipos son la única subclase de la raza humana que es exactamente igual en cualquier lugar del planeta en el que te los encuentres. Solo varía el color de su piel y su grado de egoísmo. Por eso sospecho también de cualquiera que apoye y aplauda las supuestas buenas intenciones de uno de estos individuos: o bien son unos ingenuos o unos mangantes como ellos. Y en cualquiera de ambos casos, los dos se hacen merecedores de mi desconfianza.

Con ellos, al viejo lema de “piensa mal y acertarás” hay que añadirle en nuestros días “y te quedarás corto”.

Los americanos, que serán muy imperialistas pero que no tienen un pelo de tontos, descubrieron hace mucho que para protegerse de revoluciones incontroladas no hay nada como que crear pequeñas revoluciones caseras, a modo de vacuna, que lideren y controlen posibles agresiones externas más importantes. Si hay que ser ecologistas, creemos nuestro propio ecologista-marioneta.

Y así se han inventado a Al Gore. Este mozalbete sureño de sonrisa Profiden y canas estratégicamente controladas, nos visitó hace pocos días para promocionar “su” documental “Una verdad incómoda” en la que, cual telepredicador apocalípitico, nos señala con el dedo advirtiéndonos del calentamiento global del planeta y de lo malos que somos por utilizar laca, mientras grita a los líderes mundiales aquello de “¡¡¡Penitenciagite!!!” que repetía el bueno de Salvatore en El Nombre de la Rosa. Ha visto la luz y ahora quiere que todos nos convirtamos a su cruzada. Y algunos hasta se lo creen… Poco se acuerda de cuando era uno de esos mandamases internacionales, vice-emperador del mundo con Clinton, y de lo feliz que se las prometía cuando, inesperadamente, perdió la presidencia por un escasísimo margen frente a Bushijo. Poco se preocupaba entonces por el Protocolo de Kyoto, de Tokio, de Koko o de la rana Gustavo… Poco nos cuenta ahora de que por cada “conferencia apocalíptica” cobra varios millones de pesetas.

Sonrojo me dio la otra noche cuando en la gala de los Oscars, premiaron su panfleto con una estatuilla dorada. Es la manera con la que el Sistema da las gracias a su última vacuna: gracias por decirle al mundo “cómo hay que ser más ecologista mientras nosotros seguimos haciendo lo que nos sale del forro”.

Y es que Al es su última vacuna. Pero recordemos que una vacuna es una enfermedad controlada. Una enfermedad que se inocula en el cuerpo para desactivar otras agresiones que pueden ser más graves. Una enfermedad que asusta pero que no hiere. En resumen: una enfermedad que es mentira.

De esta forma se ha revelado como tal el bueno de Al. Resulta que el líder ecologista que acusa a los demás de no pensar cómo viven, él, no vive como piensa. El, que culpaba a los demás de derrochar la energía y así contribuir al calentamiento global del planeta, debe de pensar que su “pequeña mansión de Tennessee” no es de este mundo. Así, nos hemos enterado que su “morada” de veinte habitaciones, ocho cuartos de baño y una vivienda aneja para invitados, consume veinte veces más energía que la de cualquier familia media… y, claro, la factura de la luz sube a 24.600 euros el último año. El adalid del ahorro de energía resulta que consume más que Maradona el día de San Teleco.

Yo, que siempre confío en la gente, estoy seguro que ese gran consumo se debe a esa lámpara que mantiene encendida Al durante toda la noche mientras elabora sesudos informes sobre lo mal que se encuentra nuestra deprimida Tierra. ¿Que son unos kilowatillos de más si con eso se salva el planeta…? ¿Acaso le echa en cara la gente a Supermán que desvie al espacio misiles tierra aire para que exploten allí y llenen de basura el espacio infinito? El portavoz de los Gore (¿qué familia normal no tiene uno?) se ha aprestado a señalar a la ABC que cada familia tiene necesidades energéticas distintas. Claro. Y una con una casa de 930 metros cuadrados, piscina caldeada, faroles de gas (que según parece son malísimos para la atmósfera) y puertas eléctricas, se necesitan muchos enchufes. Pero a buen seguro que han prescindido del Epilady y la batidora. Eso es sacrificio.

Una “verdad incómoda” se ha convertido en una “mentira muy cómoda” para el exvicepresidente que cuando sólo era vicepresidente parece ser que hacía uso (y abuso) excesivo de aviones privados que, segúramente, funcionaban con paneles solares.

Y es que el poder, y sobre todo la falta de él, cambia mucho a la gente.

Al, verte Al cuerno. Y llévate tu Oscar. Te lo has ganado.