25 enero, 2006

IMBECILIDAD MÓRBIDA

Un hombre que pesaba más de doscientos kilos se cayó en su casa. Se rompió la cadera y fueron los bomberos los que tuvieron que sacarle de su casa en una grúa. Murió a las pocas horas en el hospital. En México, un hombre de quinientos cincuenta kilos no puede moverse de su cama y ha de vestirse con sábanas. Desconozco las razones por la que un hombre puede llegar a tal estado y pesar lo que un toro de lidia pero hay algo en su contemplación que produce fascinación. Desde niños ya lo llevamos marcado. ¿En qué clase no había un compañero al que se le apodaba el Gordo? Ya lo sabían bien los antiguos cuando exhibían a este tipo de personas en los circos. Hoy el circo nos lo lleva la televisión a casa para que podamos regocijarnos en la intimidad y que no sintamos culpa.

En cualquier caso, dicho caso médico, se convierte en centro de muchas tertulias y todo enteradillo que no hay oído hablar en su vida de nutrición se apresta a dar rápidamente su opinión sobre el tema. Frente a los comentarios de los que opinan que todo comienza con la dejadez de la persona, y la caída por la pendiente de la glotonería sin límite, hay otros marisabidillos que le ponen nombre a la desgracia: obesidad mórbida. Aplican sin pudor el termino mórbido como sinónimo de enfermedad. La distinción entre obesidad y obesidad mórbida es en el número de kilos... Así hay el gordos y el enfermos. El gordo quiere serlo, el mórbido es un enfermo. Y así, las instituciones públicas, deberían hacerse cargo del problema. No voy a decir yo aquí que esas pobres personas no sean enfermos, no. No soy médico y por lo tanto no soy capaz de hacer semejante diagnóstico. Lo que me comienza a sorprenderme es que ahora cualquier problema personal deriva rápidamente en enfermedad: que usted roba compulsivamente, cleptómano, que usted juega compulsivamente, ludópata, que se droga, toxicómano... Todo son enfermedades, como bacilos caídos del cielo, y seguramente tienen razón porque muchas enfermedades comienzan en el cerebro... pero nadie habla de la imbecilidad como una epidemia.

Imbecilidad que se extiende por todos los sectores sociales y que suele tener su altavoz en los medios de comunicación. Hoy se expone sin pudor a los imbéciles. Pero, ojo, no quiero yo insultar a nadie. Según el diccionario de la RAE, imbécil es “el escaso de razón” y no voy a dar nombres pero la “escasez de razón” de muchos de los personajes que pululan por nuestras televisiones y radios es apabullante. Algunos incluso presumen de título, lo que nos lleva a pensar que si un imbécil es capaz de obtenerlo... ¿qué clase de imbécil es capaz de dárselo? No voy a hacer escarnio aquí de ellos, no... solo quiero hacer notar que también son enfermos ya que ellos no tienen culpa alguna de su dolencia pero alguna institución debería hacerse cargo de estas personas, como se hace con el cleptómano o el yonki y no exhibirlos por ahí para escarnio público. Son imbéciles mórbidos. Enfermos también. Ellos no tienen la culpa de ser así pero necesitan ayuda, no risas ni, en gran parte de los casos, la admiración de la gente.

Cuando me topo con alguno mientras zapeo, cambio rápidamente de canal. Aún no se sabe si la imbecilidad mórbida es contagiosa así que no quiero arriesgarme. Sin embargo ayer vi a uno de ellos, rápidamente me atrapó el morbo, y me quedé. Confieso que me dejó admirado. Pegado al televisor. Sentí más fascinación incluso que con el mejicano de media tonelada de carne.

El Loco de la Colina le estaba entrevistando aunque mejor sería decir que le sonsacaba. A cada pregunta, podía escuchar crujir cada una de las neuronas del chico. Cuando le espetó que cosas le hacían feliz dijo: “Tres. La primera, esta, la segunda, esta otra, y la tercera... no sé, no me acuerdo...” Mítico. El diagnóstico, la falta de razón, quedó patente cuando habló sobre su padre, megafamoso y también cantante como él, e hizo todo un canto al amor que profesaba hacia su progenitor. “Le quiero mucho, mucho... Aunque solo le he visto tres veces en los últimos diez años...” Impresionante. Pero no se quedó ahí, aclaró para los que dudan de sus sentimientos que “eso sí, las tres veces solamente cinco minutos cada vez, en aeropuertos... Aunque no te creas, nos ha dado tiempo a hablar de todo...” Yo me pregunté: ¿Qué será para este chico “todo”? Y, mirándole un segundo, me respondí al instante: Si, efectivamente, les ha dado tiempo ha hablar de todo...

Sin comentarios. El diagnóstico se hizo entonces todavía más evidente que en aquel hombre que sufría obesidad mórbida de que estaba ante un auténtico imbécil mórbido... Que listo Quintero, traer hasta su barraca de “Montruos” al más freak de todos... Y nosotros allí, contemplándolo, fascinados sin poder cambiar de canal ante aquel despliegue de idiocia sin igual...

Después nos contó que ha vendido millones de discos, que tiene varias mansiones, una novia superbuena y un jet privado. Con solo treinta años. Y supe entonces que si él me viera a mi por televisión contar lo que he conseguido con casi cuarenta, seguramente pensaría que el imbécil mórbido soy yo. Lo peor del caso es que yo empecé a planteármelo también y no he podido dormir esta noche... Maldito Quintero...

3 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Yo también creo que la imbecilidad es una epidemia....pero sabes lo que la diferencia de otras enfermedades mentales: NO TIENE TRATAMIENTO...El imbécil no puede tomar pastillas para dejar de serlo.. ni hacer rehabilitación para estar menos alelado...es decir...es un enfermo crónico...lo bueno que tiene...es que normalmente salta a la vista...no te engaña un imbecil... como puede ocurrir con otras enfermedades...así que puedes huir de él a tiempo...
En el caso del entrevistado por el Loco de la Colina..es impresionante la mezcla de imbecilidad y desconocimiento...y de ¡¡¡seguridad en si mismo!!!! pero ya sabes que la ignorancia es muy atrevida...

1:36 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Pues será que sí, no?

Michael

11:06 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

El quintero tiene la capacidad de atrapar... porque se calla...

:)

Cada vez me gusta más este blog... lo he dicho ya?

12:55 a. m.  

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