20 enero, 2006

¡¡¡SONRIE WILLY!!!

Hace días escuché con horror la historia de un niño africano cuyas manos estaban destrozadas por el fuego. Su padre le había obligado a ponerlas sobre las llamas, y mantenerlas allí, como castigo de un robo perpetrado por el chaval. El robo era menor. El castigo muy mayor. Lo que asombraba del relato es que el chico lo consideraba justo. No era consciente de la barbaridad de la pena impuesta. Los medios de comunicación se hacían eco y ponían el acento sobre la barbarie del progenitor. Yo no me asombré. Hace tiempo que creo que el hombre como raza única, sin distinción de color, aún no ha bajado del árbol.

Nuestra civilización acusaba a ese monstruo mentor de que eso no era civilización. Nosotros, democracias consolidadas occidentales, hemos aprendido que el dolor (físico o mental) del reo, no lava el honor de ninguna falta cometida...

Pero creo firmemente que tan malo es el castigo excesivo como el no castigo. Peor diría yo. El chico de la historia, paradójicamente, tiene una moral recta. Sabe que ha hecho mal. Y que hacer algo mal trae consigo un castigo. Lo que no le han enseñado, es que la pena siempre ha de ser proporcional al delito y destinada a la restitución del mal causado (como se nota que estudié derecho, ¿eh?). Sin embargo, no deberíamos señalar a nadie con el dedo en un ejercicio de complacencia ante lo que somos y no son “esos bárbaros del sur...” Nosotros, tan civilizados, estamos educando a los niños en la no responsabilidad de sus actos... y eso es aún más grave. Son incapaces de pensar en que sus actos tienen consecuencias para los demás. En que su felicidad solo vale si no hace infelices a sus semejantes...

Más monstruosa que la historia del chico “extranjero” de las manos abrasadas me parece la noticia de que un par de descerebrados “nacionales” de 19 años se dedicaban a apalear a transeúntes por la calle al grito de ¡Sonríe Willy! No había excusa, no había motivo, solo la humillación pública de sus semejantes. Acercarse a la víctima y abofetearle, golpearle sin más, mientras el otro grababa con su teléfono móvil. Parece ser que esto es una moda recurrente entre algunos mamones. Lo peor es que, según parece, son la Segunda División. A la Primera pertenecen esos psicópatas que hace poco quemaron viva a una indigente en un cajero automático.

No estoy hablando de moralidad. Ni de valores. No estoy hablando de religión. Ni siquiera de civilización. Al final todos estos términos varían dependiendo de la zona del planeta en el que tengas la dicha o la desdicha de nacer... Pero creo firmemente en una máxima que es aplicable desde Wall Street a las selvas amazónicas: no hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti.

¿Qué coño está haciendo mal nuestra “avanzada sociedad” para que este tipo de descerebrados crezcan como setas y se reproduzcan como un virus de Internet? ¿Cuánto ha de estar podrido un cerebro no ya para cometer dichas barbaridades en caliente, sino para entretenerse luego viendo en frío las imágenes de la degradación y humillación de un ser humano? ¿A qué clase de “persona” le puede parecer esto divertido?

Visto lo visto no creo que estemos en condiciones de dale lecciones a nadie y menos al padre del chico de las manos abrasadas. Al progenitor monstruo hay que cambiarle la moralidad, a nuestros vástagos monstruos hay que hacerles crecer la conciencia... Lo tenemos mucho peor.

No se cual es la solución. O sí, pero no es aplicable... Como hombre amante de la ciencia ficción mi solución pasa por imitar lo que vi en un capítulo de aquella serie maravillosa que se llamaba Cuentos Asombrosos. En uno de los episodios, dirigido por Spielberg, presentaba a un individuo desagradablemente racista con cualquiera. Odiaba a los negros, a los judíos, a cualquiera que no fuera como él. Mediante una de esas paradojas y giros deliciosos de la trama, el personaje era trasladado a la América sureña y su pesadilla comenzaba cuando era visto por sus semejantes como un negro recogedor de algodón. Era perseguido por el Ku Kux Klan y era sometido a todo tipo de humillaciones. De ahí saltaba a la Alemania del 33 y el mal sueño se repetía ahora convertido en un judío... Cuando despertaba se había convertido en otra persona...

Como juez condenaría a la misma pena a los dos chavalitos del Sonríe Willy... Así, a golpe de mazo, mágicamente, se verían trasladados a la celda de una de nuestras hacinadas cárceles. Cuando abrieran los ojos se verían rodeados por un grupo de muchachotes fornidos. Quizá al verse contra la pared y oír una voz que les susurrara al oído, Sonríe Willy, pensaran que lo que hacían con sus semejantes no era divertido... Eso sí. A ellos no les grabarían...

1 Comments:

Blogger Pedro Luis Barbero said...

Mi querida Jean. Sería el peor maestro del mundo... No tengo método quizá porque mis mejores maestros no lo tenían. Eso sí, apoyaría la creación de una escuela aristotélica (la de los peripatéticos) en las que las clases se daban andando con los profesores por la Academia. Nada de apuntes, exámenes y demás habitualidades de nuestro sistema de enseñanza.

Y, por supuesto, que mis escritos no tienen carácter didáctico. En serio. No pretendo "enseñar" solo fijo mi mirada en lo primero que me asalta del día. Un mero cronista de la villa...

No obstante, gracias por tus comentarios y un abrazo.

12:30 p. m.  

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