24 octubre, 2007

HISTORIA SIN MEMORIA

"¿Cómo ha podido ocurrir? ¿Quién es el culpable?
Bueno, ciertamente unos son más responsables que otros
y tendrán que rendir cuentas.
Pero, la verdad sea dicha,
si estáis buscando un culpable,
sólo tenéis que miraros al espejo."

Andy y Larry Wachowski en V DE VENDETTA (2005)



Nunca entendí la guerra civil española. Sí, he leído mucho sobre el tema y los múltiples motivos por el que los españoles decidieron liarse a tiros unos contra otros… pero no en los libros no se explicaban las motivaciones por las que un vecino coge un fusil y se apresta a convencer al vecino a base de balas. No entendía los motivos por los cuales la gente decidió matarse, simplemente. Quizá porque siempre he tenido la convicción de que hay cosas por las que merece la pena morir pero ninguna por la que esté justificado matar y menos porque el otro tenga unas ideas diferentes a las tuyas.

Por eso no tenía nada claros los por qués de esa guerra de la que no me hablaron ninguno de mis dos abuelos que se dejaron la vida en ella, en distintos trozos de tierra.

Y digo que no entendía, porque así fue hasta hace unos días. Quizá es que antes era demasiado joven o que hoy ya soy demasiado viejo... Así es la vida, como el tiempo, un día hace sol pero al rato aparece una nube. Blanca. A esta se le junta otra. Y otra. Y más. Comienza a ponerse gris. Una primera gota. Y antes de que nos demos cuenta está cae el diluvio. Y entonces, completamente empapados, nos preguntamos cómo es posible… si hace un rato hacía un sol espléndido. Los humanos somos tan ciegos como para nos darnos cuenta de que el cielo se oscurece pero los animales saben cuando va a caer un chaparrón porque el aire se electriza…

Desde que vió la luz la famosa Ley de la Memoria histórica se huelen en el aire la revancha, las cuentas pendientes, la venganza, la memoria de “lo mío” y no la de "lo nuestro...” Hemos echado manos de los recuerdos… pero nos olvidamos de que recuerdo es siempre selectivo y personalísimo. Así uno se acuerda de su profesora republicana muerta a manos de los nacionales que entraron en clase para darle el paseillo y otro tiene en la cabeza a su tío abuelo cura fusilado por los republicanos en una ermita perdida de Castilla. Lo que para uno es una vieja película en blanco y negro, para el otro es una modernísima cinta en 3D.

Fui uno de esos niños de la Transición que no se enteraba de lo que estaba ocurriendo pero, como ya he contado en otra ocasión, percibía en el aire ambiente de fiesta, de nueva etapa, de olvido del pasado de nuestros padres para mirar hacia el futuro de nuestros hijos. Fraga y Carrillo en el club Siglo XXI dándose la mano: el “monstruo” genocida de Paracuellos y el “delfín” del dictador asesino codo con codo pensando en crear un papel llamado Constitución y no en quemar algo más que libros.

No quiero desviarme del tema principal: quizá es pesimismo o quizá vejez sobrevenida pero estos días he entendido claramente el por qué de esa maldita guerra. Nada que ver con las ideologías, las derechas o las izquierdas, los derechos y las libertades, la república o la monarquía… La única razón fueron las cuentas pendientes. No las de Pablo Iglesias con Gil Robles, ni las de Companys con Azaña, ni siquiera las de Indalecio Prieto con… No. Fueron las cuentas pendientes de un vecino con otro. El que está puerta con puerta o que vive en la acera de enfrente. Esos odios ordinarios, pequeños, constantes y cotidianos que se van alimentando día a día a golpe de convivencia. Y todo lo que vino después fueron excusas. Excusas con las que apretar un gatillo. Si era de izquierdas, pues a denunciar que era comunista. Si era de derechas, a acusarle de ser católico. El caso era reunirse unos cuantos de la misma cuerda (con algún odio pendiente) y ajustar cuentas dando un "fraternal" paseillo. Franco o Lister sólo fueron los nombres para la Historia, los que encauzaron esos odios. El odio lo generó la gente normal con la convicción de que la única manera de vivir en paz era hacer desaparecer al contrario.

Y eso es lo que veo en estos días: gente ajustando cuentas. Unas cuentas que parecían saldadas hace treinta años pero que, obviamente, no ha sido así. El cuadernillo con las sumas y las restas quedó en un cajón olvidado… pero no desapareció y con el tiempo ha ido generando intereses. Por eso me da miedo esta situación: porque parece que ha llegado el tiempo del repaso. De desempolvar los cajones y “ponernos al día”. Y lo peor es que ya nada tiene que ver con la Guerra Civil, con los huesos de mi padre o los de tu abuelo, da igual si eres del PSOE o del PP, lo importante es que me jode es el chalé que te has construido siendo un paleto, yo que tengo una carrera; que pones la música muy alta los fines de semana; que tu perro que mató a mi gato o que la linde de tus tierras está un palmo más allá de donde debería... como me dijo mi bisabuelo.

Lo peor no es el miedo, es esa sensación de Deja vù que siento. La sensación de que por esta carretera ya hemos pasado… y que lleva a un barranco cuyo puente está aún por construir. Lo que más me inquieta de esta situación es que pienso que quizá me estoy emparanoiando ( o crispando, que dicen ahora, aunque no se me ocurra levantar mínimamente la voz) Gracias al cielo (de Dios, de Buda, de Mahoma o del Palmar de Troya, que en esto de mentar a la Eternidad siempre hay que estar a bien con todos) descubrí un blog que os recomiendo vivamente: Magnis itineribus.

Su anfitrión es Enrique, una de esas personas que te cuentan una historia de la Historia y te parece que está teniendo lugar hoy mismo. Cada uno de sus post, habitualmente unido a sucesos de hace siglos, viene a demostrarnos que no hemos cambiado nada, que seguimos dándole vueltas a las mismas cosas y lo que aprenderíamos si no creyeramos descubrir la pólvora cada fin de semana...

Allí encontré un post titulado “En el día de hoy” sobre la figura de Julian Marías, en el que además de hacer una estupenda semblanza de este intelectual, de verdad y con todas las letras no como en nuestros días que se aplica lo mismo a un Premio Nobel de la Paz que a un actor de telecomedias, nos extraía algunos textos de su ensayo “La guerra civil: ¿cómo pudo ocurrir?”. Marías no es sospechoso de nada: fue soldado raso de la República y encarcelado en mayo de 1939. Quizá lo más cruel es que quien le delató era su mejor amigo... Y seguramente por algo tan" trascendente" como haberle arrebatado una novia, tener mejor ritmo en el baile de los sábados o sacar mejores notas en el colegio... Finalmente, fue puesto en libertad al demostrarse que los cargos eran pura inquina personal. Por eso tiene tanto mérito el texto que escribió después, ya en Democracia, y que traigo hasta aquí.

No hay nada tan tranquilizador como descubrir que tus "intranquilidades" ya han "intranquilizado" antes a alguien con mucha cabeza. Lo peor es que don Julián parece que escribe sobre lo que nos está pasando hoy en día. Lo mejor es que ahora sé que no estoy sólo. Mi paranoia, si es que lo es, ha sido vivida ya antes por otro... Os invito a ir a la fuente principal y leerlo por completo. Es una delicia para el alma.


LA GUERRA CIVIL ¿CÓMO PUDO OCURRIR? por Julián Marías.

"...Pero, ¿puede decirse que estos políticos, estos partidos, estos votantes querían la guerra civil? Creo que no, que casi nadie español la quiso. Entonces, ¿cómo fue posible? Lo grave es que muchos españoles quisieron lo que resultó ser una guerra civil. Quisieron:

a) Dividir al país en dos bandos,

b) Identificar al «otro» con el mal.

c) No tenerlo en cuenta, ni siquiera como peligro real, como adversario eficaz,

d) Eliminarlo, quitarlo de en medio (políticamente, físicamente si era necesario)..."


"...Conviene recordar que la situación española en el primer tercio del siglo había sido de promesa constante, en gran parte realizada. Desde el desastre del 98, la sociedad española había despegado económicamente (con la ayuda de la neutralidad durante la primera guerra mundial), y su pobreza se había mitigado; las Universidades habían mejorado más de lo que se hubiera podido esperar, y todo el sistema de la instrucción experimentó un avance extraordinario con la República. Desde el punto de vista de la cultura superior-filosofía, literatura, arte, investigación-, se había entrado en un siglo de oro. Las esperanzas de un joven de mi generación eran ilimitadas, y la República, entendida positivamente, fue el símbolo de la apertura, de la dilatación de la vida, del ejercicio de la libertad. La España estudiada e interpretada por Unamuno, Menéndez Pidal, Gómez Moreno, Asín Palacios, Ortega y los historiadores y filólogos más jóvenes; imaginada y recreada literariamente por Azorín, Baroja, Valle-Inclán, los Machado, Miró, Juan Ramón Jiménez, Ramón Gómez de la Serna, Salinas, Guillen y los poetas «del 27»; pintada por Regoyos, Zuloaga, Solana, Palencia; la que tenía, un poco lejos, a Picasso y a otros cuantos; la que había empezado a investigar-en escasa medida, pero tan bien como cualquiera- con Cajal, Cabrera, Palacios, Catalán; la que había creado, por primera vez desde hacía tres siglos, una filosofía original y un comienzo de escuela sin adanismo -Ortega, Morente, Zubiri,, Gaos-, esa España, en tantos sentidos incomparable con todas las anteriores desde mediados del siglo XVII, desde Quevjedb y Calderón, fue la que de repente fue negada a medías por fracciones que nji siquiera poseían ni retenían la mitad de lo que pretendían defender. De esa España nos despojaron a ios españoles -y a nuestros hijos no nacidos- los que quisieron la guerra (o no les importó dejarla llegar), los que fueron internamente beligerantes en 1936".


"...La verdad es que nadie contaba con ella. Los que la promovieron más directamente creían que se iba a reducir a un golpe de Estado, a una operación militar sencillísima, estimulada y apoyada por un núcleo político que serviría de puente entre el ejército victorioso y el país. Los que llevaban muchos meses de provocación y hostigamiento, los que habían incitado a los militares y a los partidos de derechas a sublevarse, tenían la esperanza de que ello fuese la gran ocasión esperada para acabar con la «democracia formal», los escrúpulos jurídicos, la «república burguesa», y lanzarse a la deseada revolución social (lo malo es que dentro de ese propósito latían dos distintas, que habían de desgarrarse mutuamente poco después). Todos sabemos que las cosas no sucedieron así. La sublevación fracasó; el intento de sublevarla, también. La prolongación de los dos fracasos, sin rectificación ni arrepentimiento, fue la guerra civil".


"...En la zona republicana, además de cansancio había una infinita desilusión. Se sentían burlados, engañados, manipulados, utilizados por los más representativos de sus dirigentes. Además, desde el 5 al 28 de marzo se les había dicho la verdad-caso único desde julio de 1936 hasta fines de 1975-. Los vencidos se sabían vencidos, y lo aceptaban en su mayoría con entereza, dignidad y resignación; muchos pensaban -o sentían confusamente- que habían merecido la derrota, aunque esto no significara que los otros hubiesen merecido la victoria. Los justamente vencidos; los injustamente vencedores. Esta fórmula, que enuncié muchos años después, que resume en seis palabras mi opinión final sobre la guerra civil, podría traducir, pienso, el sentimiento de los que habían sido beligerantes republicanos.
Sobre este suelo se pudo edificar la paz. Si así se hubiera hecho, si se hubiese establecido una paz con todos los españoles, vencedores y vencidos, distinguidos pero unidos, con papeles diferentes pero igualmente esenciales, al cabo de poco tiempo la guerra hubiese desaparecido tras el horizonte, como el sol poniente, y hubiese quedado una España entera, más allá de la discordia."


"No fue así. En lugar de una reconciliación -aunque la dirección de los asuntos públicos hubiera recaído de momento en manos de los vencedores-, se inició una represión universal, ilimitada y, lo que es más grave, por nadie resistida ni discutida. Se pueden repasar las conductas y las palabras -incluso impresas-de los que entonces gozaban de prestigio e influjo, y cuesta encontrar la más tímida petición de clemencia, no digamos una defensa, o una repulsa de la represión. Y hay que incluir, y muy especialmente, a los que posteriormente se han sentido invadidos de entusiasmo por las tesis y las figuras que implacablemente combatieron hasta después de su derrota".


"...hay que volver nuevamente los ojos a la guerra, para recordarla -es decir, llevarla otra vez al corazón- como algo absolutamente pasado, como nuestro pretérito común. No podemos olvidarla, porque eso nos expondría a repetirla. Tenemos que ponerla en su lugar, es decir, detrás de nosotros, sin que sea un estorbo que nos impida vivir, esa operación que se ejecuta hacia adelante."

"Tenemos que eludir el último peligro: que nos vuelvan a contar la guerra desde la otra beligerancia, desde las otras mentiras, ahora que la mitad de ellas había perdido su eficacia y era inoperante. Entre 1936 y 1939 los españoles se dedicaron a hacer la guerra, a intentar ganar la guerra; desde esta última fecha malversaron lo que habían conseguido, no supieron edificar adecuadamente la paz. Esta es nuestra empresa: darnos cuenta de que necesitamos vencer a la guerra, curarnos, sin recaída posible, de esa locura biográfica, es decir, social, que nos acometió hace algo más de cuarenta años, cuya amenaza ha sido tan hábilmente aprovechada para paralizarnos, para frenar el ejercicio de nuestra libertad histórica, la plena posesión de nuestro tiempo, la busca y aceptación de nuestro destino".

http://magnisitineribus.blogspot.com/2007_06_01_archive.html


A veces, los sabios se llaman Julián.


Hubo un tiempo en que la gente no sólo escuchaba esta canción... Se la creía.

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4 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Mas de una vez me ensalzo en una acalorada discusiòn con mi abuelo de 91 años, que por cierto luchò en el bando nacionalista, precisamente por el trasfondo de tu post hoy.....A mis 41 años, con otra perspectiva de la vida, otra educaciòn y otra cultura, y habièndome documentado, leìdo y escuchado sobre todo lo que pasò en aquellos dramàticos años, no puedo dejar de concluir que aquello no fue una Guerra Civil, sino una Gran Guerra de ajustes de cuentas.....y si, no estàs paranoico, se respira esa sensaciòn de que aùn quedaron pendientes cuentas que ajustar...es un hecho triste, muy torpe y empobrecido pero real, muy real...Un beso querido!Natalie.

2:11 p. m.  
Blogger enrique said...

Querido Pedro, fue exactamente al revés: fui yo quien encontró tu magnífico blog gracias al consejo amable de esa diosa terrenal que es Pura Salceda.
En tu blog me encontré con sabias enseñanzas de alguien que coincide conmigo en algo sustancial: la inquietud intelectual, el hacerse porqués.
La referencia personal en tu blog es un alto honor que considero inmerecido y que en todo caso agradezco en lo que vale.
De Julián MArías podemos aprender múltiples enseñanzas. Además de su elevadísimo rigor intelectual, su vida personal sirve de ejemplo. Por un lado la de mantenerse activo hasta longeva edad y por otra porque sufrió en su breve cuerpo las miserias de una guerra civil tremenda y una posguerra que para él terminó muerto el dictador. En todos los años largos de la dictadura JAMÁS aceptó cargo o puesto alguno. Fue rigurosamente independiente, algo que pagó en elevado precio toda su vida.
Es por ello ejemplo supremo de vida comprometida con su ideal de reconciliación. Lo pasmoso es que una vez en democracia, sus méritos tampoco fueron reconocidos: servidumbres de una independencia a toda prueba.
Hace breves semanas he leído en un breve libro de Helio Carpintero los artículos que publicó Marías en marzo de 1939 en el Madrid a punto de caer. Admirables en una palabra. Si hubiera habido diez Marías en 1939 España hubiera sido mejor.
El ensayo que citas, escrito en la semana santa de 1980, contiene las mejores páginas que he conseguido leer sobre la guerra civil, sobre su comprensión y análisis. Quien quiera entender los motivos, quien quiera buscar meta a sus porqués, allí seguramente los encontrará.
Julián Marías era un sabio. Sus hijos hacían competiciones para ver si no sabía contestar a alguna pregunta. Tarea ingrata, porque era un polígrafo, que sabía de ciencias tanto como de letras...
Era, como decía su hijo el novelista Javier Marías, una enciclopedia andante. Que no pudo dar clases en la universidad española, que no quiso ser profesor de Yale o de Harvard porque quería vivir en su amada España.
Amigo Pedro, mil gracias de nuevo. Mil gracias por traernos de nuevo a un sabio. Su obra está ante nuestros ojos: es tarea nuestra el poseerla.

7:55 a. m.  
Blogger Sintagma in Blue said...

Debiéramos enterrar a nuestros muertos, comprender su tiempo con todo lo bueno y lo malo y ser capaces de mirar adelante. Me temo que la memoria histórica que se propone lo es sólo parcialmente, acorde con nuestro "talante": Borrón y cuenta nueva en nuestra Transición pero encausamos a Pinochet.

Coincido contigo en lo que dices de Enrique. A veces la Red nos regala con amigos como él.

(Enrique... ejem)

7:00 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Gracias Pedro. Un bisabuelo mío fue fusilado en Paracuellos. Todavía no sabemos por qué (apaerte de ser monárquico, aunque no sublevado).
Nunca mis mayores me enseñaron el odio. Sólo a rezar por el difunto.
No merece la pena odiar.
Quien mata es un ignorante, qué más da el colorcillo que le ponga a su "razón".
¿No han dicho que "Nunca mais"? Pues a ver si lo empiezan a aplicar a la guerra civil, que esto se está animando otra vez.
Saludos
Piadoso

11:05 a. m.  

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