17 septiembre, 2008

SIN OJOS EN SONIDO

"No he podido evitar oírlo porque estaba escuchando intencionadamente."

James L. Brooks en APRENDIENDO A VIVIR (1994)


Hemos quedado a las nueve de la mañana para ajustar definitivamente el montaje y podernos ir a sonorizar. La gente no sabe que es eso de la sonorización. Creen que después de grabar, la imagen y el sonidos van unidos indisolublemente. Y no. Una vez pegados los planos de imagen, hay que crear los "planos de sonido", esto es, añadir todos esos ruiditos de la vida cotidiana, músicas, igualar el nivel de los diálogos y miles de detallitos que conforman el espacio sonoro en el que nos vemos sumergidos y que en un plató desaparecen (los quitamos) para poder tener "limpias" las voces de los actores.

No puedo extenderme mucho, acabo de volver a casa. Son las dos de la mañana. Al final hemos entrado en la sala a las siete de la tarde. A eso de las doce no podía fijar la vista en los monitores porque los ojos no dejaban de escocerme. Caigo entonces que llevo cuatro días, mirando pantallas durante más de catorce horas diarias... Pero hemos acabado. Y me jode. Es una parte de este trabajo que me encanta. El sonido es capaz de crear imágenes que no has rodado. Además, de repente como por arte de magia, todo cobra vida.

De vuelta, he estado a punto de dormirme en el taxi. Si no hubiera sido por el número ingente de cafés que me he metido en el cuerpo (y cuya cuenta he perdido en el ocho) lo habría hecho.

Estamos a punto de acabar el episodio cero. Aún quedan los detalles.

Que miedo. Los detalles al final son los que más tiempo ocupan.