08 enero, 2008

¿PARA QUE COÑO NECESITAMOS A LOS GUIONISTAS?

Un hombre cuenta sus historias tantas veces que al final
él mismo se convierte en esas historias y
siguen viviendo cuando él ya no está.
De esta forma, el hombre se hace inmortal.

D. Wallace y J.August en BIG FISH (2003)


La huelga de guionistas en América va para largo. Son un gremio fuerte y tienen las cosas muy claras. Aquí, hace recientes fechas un conocido director de cine patrio decía que al paso que iba la televisión en España, plagada de reality shows, programas del corazón y otras subespecies de formatos mixtos, en poco tiempo directores, guionistas y demás creadores de ficción se quedarían sin ocupación por falta de trabajo… Sin embargo yo, como espectador, tengo la percepción contraria. Cada día tengo más claro que casi todo lo que sale por la pantalla de este electrodoméstico es ficción en mayor o menor medida.

Bien es cierto que, dentro el panorama audiovisual, se hace complicado difícil distinguir lo que es ficción de lo que no lo es. Las líneas entre lo real o lo ficticio tienden a mezclarse e, incluso, desaparecer. Las personas se confunden con los personajes y sus vidas con las tramas de un guión escrito con mejor o peor fortuna… Así, en una escalera que nos llevara desde la realidad-real hasta la ficción-irreal, nos encontraríamos con cuatro escalones:

En un primer peldaño estarían los informativos: en la parrilla de cualquiera de las cadenas de nuestro país hallamos telediarios y espacios de noticias en cuyas crónicas se busca cada vez con más ahínco el suceso, la sonrisa o la sorpresa, siempre mostrados con unos recursos visuales y una narrativa que recuerdan a los mecanismos utilizados por las series de ficción y el cine. Observaremos que en su forma de contar se intenta captar a toda costa la atención del espectador por encima de cualquier otra consideración antes incluso que la objetividad, la verdad o la propia realidad… Se “espectaculariza” la noticia. Así las personas que se convierten en “actores” del suceso. Gracias a esa distancia e irrealidad que imponen los informativos cada día con más rotundidad, y que nos acercan subconscientemente a la ficción, hace que podamos ver con total tranquilidad mientras comemos, los sucesos más espeluznantes de cualquier lugar del mundo y que despierte en nosotros los mismos sentimientos pasajeros que un capítulo de cualquier serie. Es la realidad vista con los ojos de la ficción.

En un segundo escalón nos encontraríamos con los programas de corazón. Son legión los espacios de la “crónica rosa” plagados de personajes e historias disparatadas que parecen salidas de las mentes de algún guionista con la carrera a medio terminar, y regidas por un director con Alzehimer juvenil. Protagonistas e historias que se continúan de semana en semana, de programa en programa, y a las que se van añadiendo nuevos personajes en función de la vida amatoria del protagonista o de sus más acérrimos enemigos. Una vida “real” que, en cada capítulo, nos sorprende con más revelaciones, a cual más increíble y surrealista, a la que se van uniendo nuevos personajes. A tal punto llega que, en muchas ocasiones, se pierde aquel que desencadenó la trama inicial y así pasa a ser un secundario de nuevas historias que se independizan y continúan por un camino distinto al que las generó en lo que sería el spin off perfecto de una serie. Es la realidad deformada para convertirse en ficción.

El tercer paso nos lleva hasta los llamados reality-shows (“la vida en directo”) que cada día proliferan más, bien sea en forma de casas-cárcel, cocinas de diseño e islas más o menos desiertas. En ellos, las personas deciden convertirse en personajes y la realidad “real” deja paso a la realidad creada por las productoras encargadas de estos Frankensteins modernos. De esta forma, encizañan o arrejuntan a sus “actores” manipulando sus acciones y sentimientos como si de marionetas se tratara… Y es que, en estos formatos, los personajes no tienen conciencia de que lo son (al igual que Augusto, el protagonista de Niebla de Miguel de Unamuno) Acabado el programa propiamente dicho, la vida de estos personajes “reales” excede los límites del plató, la casa, o la isla y así los concursantes, una vez fuera de los focos, siguen viviendo una existencia “ficticia” (en muchos casos proyectada y dirigida por sus agencias de representación que actúan como guionistas/directores) pero que ellos se siguen creyendo. Es el ser anónimo convertido en famoso, la persona convertida en personaje de sí mismo más allá del alcance de las cámaras… Es entonces cuando comienza esa “vida irreal”: pasean sus filias y fobias por todos los programas de la cadena en una suerte de culebrón “real” en el que el concurso inicial sólo ha sido el pistoletazo de salida, el episodio piloto de esta serie. Una serie cuyos episodios se ven en todos los programas de la cadena. Ojo, solamente de la cadena propietaria del reality ya que no se les permite acudir a la televisión de la competencia. Es por eso que son personajes: porque no son libres, porque su “vida” y su historia pertenecen a la cadena que les creó de la misma forma que la existencia de Los Serrano pertenece, únicamente, a Tele 5. Unas vidas que ellos creen eternas pero cuya “muerte” se determinará en función del interés de la audiencia como cualquier serie de ficción. Así si el share desciende, ellos “desaparecerán”, televisivamente hablando.

El ejemplo más palmario lo tenemos en la legión de “Grandes Hermanos” cuya lista de aventuras erótico-sentimentales (endogámicas en la mayoría de los casos) no tiene nada que envidiar a las andanzas de las familias de los seriales norteamericanos de los setenta y ochenta tipo Dallas o Dinastía. Es la ficción presentada como realidad.

Y en lo alto de la pirámide, por fin, las series. La ficción en estado puro: Los Serrano y compañía…

Sin embargo, si nos fijamos, caeremos en la cuenta de que hay un elemento común a toda ficción: la existencia de un guión previo. Quizás sean buenos o malos, entretenidos o aburridos, más o menos evidentes, pero tanto los informativos, como los programas del corazón, los realities o las series, vienen precedidos de un guión que planifica cuidadosamente el camino a seguir (guión de guía) a los que se une un director y unos actores. Ahí comienza todo: en el guión. Y sin guión no hay nada. Así que siéntense a negociar aquellos a los que les corresponda y escuchen a los guionistas. Escúchenles porque necesitamos sus historias aunque en muchos casos sean horribles porque, como decía Woody Allen en aquel chiste, necesitamos "sus huevos"...




4 Comments:

Blogger Sintagma in Blue said...

Aunque a veces viendo según qué películas o series duda uno de si hay vida inteligente más allá del tópico.

9:26 a. m.  
Blogger enrique said...

La realidad (televisiva) supera la mayoría de las veces a la ficción...

Acertada visión del páramo televisivo actual, claro que usted conoce perfectmente el paño...

4:48 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

No hay duda que lo primero es una buena historia. Si además está bien esxrita, ¡no te digo nada!
Y si el director no la "estropea"...
Esperemos que negocien de una vez, por el bien de todos.
Grato amanecer este de 2008, con esta reseña.
Veo que le ha sentado bien el roscón.
Negociante

4:40 p. m.  
Blogger Pedro Luis Barbero said...

Muchas gracias por las primeras "críticas" del año a los tres. Son ustedes la vanguardia de este blog...

Y, querido negociante, no me sentó el roscón bien (ni mal) porque uno no come ya coscón... si acaso algún rosco, eso sí, y bien que me sienta, pero en cualquier caso sin azúcar...

Abrazos.

7:55 p. m.  

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