01 noviembre, 2005

APOCALÍPTICOS Y (RE)INTEGRADOS


Según Umberto Eco, el mundo se divide en apocalípticos e integrados. A día de hoy todavía intento buscar mi sitio...

Me pregunto si soy un buen ciudadano, un tipo integrado como deseaban mis padres... Prometo no hablar de política en este diario. No porque odie la política, sino porque odio a los políticos. Quizá es porque con la edad empiezo a odiar a las personas (así en general y en masa) y los políticos son los humanos en estado más puro. Ellos personifican todo lo deleznable que puede llegar a ser el ser humano cuando se le despoja de todo aquello que nos hace animales: comer, dormir y reproducirnos. En democracia son aún peores. El que toma el poder por la fuerza, habitualmente vestido de uniforme, siempre sospecha del cariño que le dispensan los demás... Pero cuando el poder te lo otorga el pueblo, eso hace que uno esté convencido de que le quieren, de que se lo merece, de que es el elegido... Y ahí el hombre, el político, comienza a pensar que se parece un poco más a Dios y que las loas son justificadas.

Me reafirmo. No hablaré de política: si critico a los que están en el poder, dirán que soy un facha, si critico a los que están en la oposición dirán que soy un pesebrero. Y ni una cosa ni otra. Llevo la maldición conmigo de tener ideas propias y eso, en los días que corren, se paga caro. Es una forma de estar en la oposición permanentemente. Porque mis ideas no tienen por qué casar con la situación económica, social o coyuntural de un partido. Mis ideas no tienen por qué adaptarse para ganar votos ni evolucionar para acceder a ese adjetivo tan de moda que es progresista. Mis ideas evolucionan, sí, pero conmigo. Y yo no soy perfecto. Si lo fuera estaría afiliado a algún partido y éste siempre tendría las respuestas exactas a los problemas concretos aunque hoy dijera una cosa y mañana la contraria. Mi alma estaría en paz y mi cuenta bancaria saneada. Los partidos hoy son como las sectas, con la diferencia de que en ellos se folla menos.

Así que sé que nunca podré acceder al poder. Como decía el señor Marx: “Nunca entraré en un club que me pudiera tener como socio...” Como Groucho, los tipos como yo nunca catamos el poder ya que entonces no podríamos estar contra él. Nos veríamos obligados a ser unos integrados, unos adaptados, dóciles, y a la larga... unos reintegrados. Reintegrados de reintegro. Porque al final, cuando uno es el que abre el cajón del dinero siempre termina cayéndose algún billete.

Así que lo confieso. Soy apocalíptico. Tiendo a la autodestrucción aunque me faltará el arrojo de un Hemingway para escribir por mí mismo la palabra fin. Soy de los cobardes que esperan sentados en la butaca para no perderse un segundo del espectáculo. Hasta el final.

Todo este vómito ha empezado porque es fiesta, el día de los santos o de los muertos, y me ha dado por releer el Apocalipsis. El best seller escrito por San Juan parece dictado al aroma de un pastillazo de éxtasis o un petardo de María de la buena. Está lleno de efectos especiales, animales increíbles y apariciones estelares. Con mucho menos ha conseguido un mundo la buena de JK Rowling.

El virus de la gripe me ataca. Tengo fiebre. Voy a meterme en la cama.

Con suerte mañana se me habrá pasado todo y soñaré con ser un integrado más...